jueves, 23 de julio de 2015

FIN... HASTA VOLVER A ENCONTRARNOS

La verdad quería que llegara este momento, quería terminar de contarles mi historia, de compartirla con ustedes, demostrarles que a pesar de las dificultades, si mantenemos la frente en alto y logramos sentirnos orgullosas de quienes somos, todo va poco a poco mejorando. Pero ahora, tengo sentimientos encontrados, me da tristeza despedir a la Anto, - mi querido alter ego,- ese personaje que me prestó su nombre para contar mis vivencias, mis aventuras, mis dolores, ese amor profundo que me transformó, que me convirtió en la mujer que hoy día soy. Pero llegó el final. Y así termina esta etapa de mi vida, una etapa en la que salí del closet, frente a mi familia, amigos y trabajo:

Si no te aceptaba iba a perder a mi hija, me dijo mi suegra en ese primer fin de semana que pasamos juntas en la parcela. Duras palabras pero reales. Quizás la abogada no iba a alejarse de su mamá físicamente, sin embargo, ya durante esos dos años en los que no la aceptó, en los que tuvo que vivir oculta, se había formado un abismo emocional entre ellas, ya no eran las amigas íntimas que en algún momento fueron. Ya no quedaba mucho que compartir y su mamá lo sabía. Era cosa de tiempo, para que la abogada dejara la casa de sus padres y comenzara una nueva vida, sola o en pareja, pero lejos de ellos.

Como yo estaba haciendo la práctica profesional, el domingo en la tarde tuve que volver a Santiago, pero nunca más dejé de ir, todos los viernes partía a compartir con mi novia y su familia, las primeras veces aún nerviosa, todavía mostrando sólo la mejor parte de mi personalidad, comía poco y trataba de ser más bien callada, ahora hablo harto más y como casi hasta enfermarme jajajajaja.

Lo divertido de la situación era que su mamá no nos dejaba dormir juntas, entonces teníamos que esperar a que se quedara dormida para empezar a gatear hasta la pieza de la abogada. En eso nos pescó el terremoto del 27 de febrero del 2010. Durmiendo cucharita cuando todo se empieza a mover. Los perros ladraban y la suegra gritaba “como lo hablamos, como lo hablamos” y yo, bueno, yo detrás preguntando: “¿cómo lo hablaron?” fue tanto el caos que tomé en brazo al perro más gordo y grande de la casa – un cocker obeso – y la abogada con su mamá, que son harto más altas que yo, agarraron a los dos yorkshire enanos. Salimos al patio (así lo habían hablado) y obvio bajando unas escalinatas casi nos caemos, terminé literalmente a poto pelado porque el perrito pataleaba y me bajaba los pantalones.

Después del terremoto nos sentamos en la terraza a intentar llamar por teléfono, ellas al papá de la abogada que estaba en Santiago y yo a mi mamá que estaba sola en nuestro departamento. Fue imposible comunicarnos. Que angustia más grande. Como a las 7 de la mañana recién pude hablar con mi mamá. Ahí recién nos fuimos a acostar. Esa fue la primera noche que con autorización dormí con la abogada.

Todo se dio tan rápido que ahora me acuerdo y pienso guau las cosas de la vida. Y ojo, no lo digo por el terremoto, si no que por lo que pasó después. Es que de no querer ni siquiera saber mi nombre, con la suegra terminamos íntimas, con pequeñas diferencias de opinión y de carácter; - las dos somos escorpiones, así que cuidado -, pero llevándonos excelente y poco a poco comenzando una relación de confianza, cariño y respeto. A tal nivel que en junio de este año (2015) viajamos las dos solas de vacaciones a Bayahibe y aunque a muchos le impresione o digan que aburrido lo pasamos increíble.

En fin, sigamos con la historia, en mayo del 2010, con la abogada ya estábamos desesperadas por vivir juntas, por un tema de espacio en el departamento de mi mamá (éramos cuatro personas en un dormitorio), me fui un par de meses a donde mi abuelita, pero no estaba cómoda y coincidió con que iban a pintar su departamento por lo que era complicado que yo me quedara más tiempo ahí. Así que ese fue el momento preciso para que la abogada se la jugara como nunca por mí y por la relación. Habló con sus papás y les pidió que me fuera a vivir con ellos. Luego de una conversación y de dejar las reglas claras, me aceptaron en su casa.

Estuve viviendo con ellos hasta enero del 2011. Tras una fuerte pelea con la abogada, las cosas iban más o menos hace un par de meses, decidí volver al departamento de mi mamá. Ya no me acuerdo bien qué fue lo que pasó, pero aunque no lo crean una cáscara de plátano que había que ir a votar a la basura fue la gota que rebalsó el vaso. Estuvimos cerca de una semana peleadas y con la relación terminada.

La abogada llorando el quiebre en la parcela, yo con mi mamá en el departamento odiando al mundo, a la abogada y a la vida. Una tarde me llamó, no quería darse por vencida; le pedí que me demostrara que me quería, que se la jugara por mí. Viajó a Santiago a buscarme. Inmediatamente volvimos a estar juntas, pero no viviendo, sólo pololeando.

Ese año por fin terminé la universidad y me fui a pasar todo febrero a la parcela con su familia. Después de que me fui de la casa no quedaron muy contentos conmigo, pero en pocos días las cosas se solucionaron y después de que me dieron mi nota de examen de título me junté con mi mamá a celebrar y al otro día me fui al campo. Llegué en la tarde, estaban la abogada, una amiga y la suegra, me agarraron entre las tres y me tiraron a la piscina, con malteo incluido. Por fin había cerrado una etapa de mi vida, un ciclo que tuve abierto durante demasiados años. Ahora sólo faltaba que la abogada se titulara. Estaba en proceso de estudio para su examen de grado.

Como ya se habrán dado cuenta no he tenido una vida muy fácil y tranquila, pero todavía faltaba lo peor. Fue el 21 de marzo del 2011 a las 6 de la tarde, una fecha que nunca voy a olvidar. Estaba en la universidad de la abogada leyendo un libro mientras ella estudiaba, cuando me llama mi mamá, para decirme que me fuera a la clínica Alemana porque mi hermano había tenido un accidente. Partimos lo más rápido posible, pero yo sabía que ya era tarde.

-          Mi hermano murió, le dije a la abogada. Ella me respondió que no fuera fatalista, que haciendo deporte debe haberse quebrado una pierna o algo.
-                 No, le dije. Él murió.

Minutos después llamé a mi mamá, me contestó mi tío. Falleció me dijo. Lejos el dolor más profundo que he sentido en mi vida. Estuve desde ese 21 de marzo maldito hasta principios de mayo acostada, nuevamente viviendo con la abogada. No quería saber del mundo, ni levantarme, ni nada. Pero me obligó a buscar trabajo. Así con el dolor al hombro comencé mi carrera como periodista en chilevisión un 5 de mayo del 2011. Lugar en el que hasta hoy trabajo.  La verdad, todavía cargo con el dolor, todavía extraño a mi hermano, tenía sólo 17 años, una vida que dejó sólo preguntas imposibles de responder. Un forado intenso en los corazones de mi mamá, mi hermana y mío. El único consuelo es pensar, creer y saber que tenemos un ángel que nos cuida en cada paso que damos. Ángel que nos acompañará por siempre.

Con la abogada seguimos juntas, en octubre del 2011 pudimos arrendar nuestro primer departamento, nuestro hogar. El trato era que yo mantenía todo hasta que ella pasara el grado, lo daría en diciembre. Por esos azares de la vida el asunto se alargó un año más, hizo su práctica, - 6 meses trabajando gratis para el Estado -, y luego por fin pudimos celebrar que ambas habíamos logrado terminar nuestras carreras a pesar de todas las dificultades que tuvimos. Que encontrara trabajo fue otro tema, estuvo cerca de 10 meses cesante, el dinero escaseaba, hacíamos gimnasia bancaria con amigos y familiares para llegar a fin de mes y más de una vez quise terminar la relación por culpa del vil dinero. Pero logramos superar los embates de la vida, incluso en marzo del 2013 adoptamos a nuestra primera hija perruna, la Mafalda. Lo más lindo que nos ha pasado en mucho tiempo. Una cosa exquisita que se ríe cuando llegamos y que cuando está enojada en vez de morder o ladrar te da besitos. Es definitivamente puro amor.

Ufff con la abogada hemos pasado de todo, pero el amor, respeto y una amistad profunda nos ha mantenido juntas hasta hoy y espero que por toda la vida.

Esta es mi historia. Aún quedan muchas páginas en blanco por escribir, con nuevas experiencias, aventuras y espero con un final feliz. Ojalá convirtiéndome en la escritora que sueño ser.

Gracias a todas y todos por leerme y acompañarme en este viaje literario que emprendí el 14 de enero de este mágico e impredecible 2015. Y esto, no es una despedida. Como les he contado estoy escribiendo mi primera novela y el martes 4 de agosto subiré el primer capítulo en este blog. Espero me acompañen también en ese viaje.

Besos infinitos.
CG (Anto para los amigos)

martes, 21 de julio de 2015

Si no lo hacía, iba a perder a mi hija

Estoy sentada frente al computador con una página en blanco que espera quedar cubierta de letras que comienzan a cerrar uno de los capítulos más lindos e importantes de mi vida, la decisión de contar mi historia, de salir del closet por completo, en mi mundo y en el de ustedes, ese que no conozco. Un relato que pretende a través de mi realidad, de todo eso que me tocó vivir contar lo que es ser lesbiana en Chile, los miedos, el amor, la lucha, la necesidad de gritar a los cuatro vientos que estas enamorada, darle la mano a tu pareja en la calle, quizás incluso un beso loco por ahí. El hecho de no poder hacerlo, quizás por temor a ser increpada, insultada, o incluso golpeada brutalmente como tantas veces hemos visto en las noticias. A lo mejor nada de eso pasaría, quizás de verdad a los chilenos ya no les importa o molesta ver a una pareja abiertamente lesbiana caminando por ahí. Pero yo prefiero no arriesgarme, ¿cobardía? No lo sé.

Creo que esos son los mayores temores de nuestros padres cuando les contamos que somos lesbianas, ver a tu hijo sufrir o simplemente pensar en que tomará el camino más difícil debe ser lo más doloroso para ellos. Pero ¿Saben qué? Creo que siempre la verdad debe ir de frente, si no, se hace daño, a nosotras y a quienes nos rodean. Como en la primea temporada les contaba que hizo mi padrastro, al casarse, tener hijos y vivir una doble vida. Por eso, a través de este blog, metí mis miedos en una mochila, cerré los ojos y decidí caminar con la frente en alto. Ha sido, más fácil y lindo de lo que jamás imaginé. Como la mayoría sabe no me llamo Antonia, ese nombre es el que me hubiera gustado tener, por eso lo ocupo. No lo elegí para esconderme, todos los que me han preguntado quien soy han obtenido la verdad, pero también es entretenido mantener el anonimato y que cada una de ustedes se haga una imagen mental de quien soy. 

Bueno, quise comenzar con algunas palabras de lo que en este momento estoy sintiendo. Ahora continuemos con la historia.

Estábamos en diciembre del 2009, tras exigírselo para continuar juntas, la abogada le contó a su mamá de mi existencia. Me transformé en la muchacha de la que no quería saber nada, ni siquiera el nombre. La verdad era esperable esa reacción, no me importaba mucho, ya lo nuestro se había convertido en algo real, en una relación verdadera, abierta, en ese amor que soñaba con que durara para toda la vida.

Al principio que se supiera la verdad fue para peor, los últimos días de diciembre y enero fueron un infierno, la abogada no podía salir de la parcela a Santiago para verme porque la mamá no la dejaba, o sea le hacía demasiados problemas y su relación iba de mal en peor. Pero yo había provocado eso por lo que tuve que apretar los dientes y seguir adelante calladita, esperando que las cosas mejoraran. Igual como estaba haciendo mi práctica profesional no tenía mucho tiempo para pensar y el tiempo se pasaba rápido, por lo menos me daba el lujo de llamar a la abogada cuantas veces se me ocurrieran al día y ya no tenía que esperar a que bajara al famoso bosquecito para hablar a escondidas, igual comenzaron a darse algunos beneficios.

En febrero del 2010 nuestras vidas dieron un giro completamente inesperado. Deben haber sido los primeros días, mucho antes del terremoto del 27. Recuerdo que me habían mandado a hacer una nota sobre unas piscinas con seguridad para niños a una calle en Ñuñoa que ni yo, ni el camarógrafo y tampoco el chofer conocíamos, como la abogada es de esa comuna la llamé para preguntarle si conocía el lugar, estaba junto a su mamá en la piscina, me dijo que no tenía idea y le preguntó a su viaja. Ella si sabía, me dieron las indicaciones para llegar y colgamos. Fue una conversación corta, nada del otro mundo. Sin embargo, esa fue la primera vez que su mamá le preguntó por mí.

Le contó que estaba estudiando periodismo, que había sido garzona para pagar mis estudios, que mi familia estaba pasando por una crisis económica y le dijo mi nombre y mi apodo. Le contó que no era la camiona que tanto temía que yo fuera. Es que mi suegra se estaba imaginando cualquier cosa. Después de un rato en el que cambiaron el tema y todo, de la nada le dice: quiero conocerla, dile que el fin de semana se venga a la parcela. La abogada me llamó al tiro. Casi me da un infarto, había llegado el gran día. Por fin su mamá se daría cuenta de que la pareja de su hija era una persona normal y con cara de niña buena, una rubiecita de ojos verdes y bajita. Toda esa semana estuve con los nervios de punta, hasta que por fin llegó el gran día. Tomé el metro tren, incluso me puse tacos y maquillaje, cosa que odio con mi vida, pero quería que me viera lo más linda y femenina posible. Una hora de viaje y ahí estaba, en San Francisco, bajándome del tren y ella paradas esperándome. Su mamá se bajó de la camioneta, me saludó cortés, alabe su auto, - hace poco lo había cambiado y me pareció buena estrategia entrar con un piropo. Nos subimos y partimos a su parcela. No recuerdo la conversación pero sí que le llevé un paquete de gomitas, la abogada me había dicho que le encantaban. Había que quedar bien, como toda una señorita.

Claro, intenté ser lo más cool posible, pero por dentro me estaba muriendo de los nervios, de ese encuentro dependía nuestro futuro como pareja, tenía que caerle bien a mi suegra, debíamos comenzar con el pie derecho y así todo para adelante sería más simple.

Llegamos a la parcela, era una casa preciosa, estilo chilena, con un tremendo terreno verde y una piscina exquisita, por fin tenía frente a mis ojos el famoso bosque donde se escapaba la abogada a llamarme. En realidad era 7 árboles gigantes con dos hamacas al final del terreno, desde ahí nos pasábamos horas conversando por teléfono. Fue una sensación tan extraña, por fin podríamos comenzar a compartir nuestros mundos como una verdadera pareja.  


De todo el miedo que me habían metido acerca de la difícil personalidad de la mamá de la abogada, ese fin de semana no vi nada, se portó excelente, conversamos de la vida, de ser gay, incluso de adoptar hijos, de la pareja y del amor. Nos reímos, tomamos pisco sour en la piscina, y en un momento, cuando estábamos preparando más, mientras la abogada tomaba sol le pregunté ¿por qué había decidido aceptarme y conocerme? Porque si no lo hacía, iba a perder a mi hija. Me respondió.

jueves, 16 de julio de 2015

Algo mucho más real de lo que nunca pensé tener

El tiempo pasa lento cuando estas enamorada y tienes pocos momentos para estar al lado de tu pareja. Cuando la mentira se vuelve agobiante y esconderse una costumbre. Amaba a la abogada, eso es innegable, no les puedo mentir y sabía que ella también a mí, o sea, por algo me eligió por sobre la guapa amiga de su prima. Pero la distancia, esos pocos minutos al día que compartíamos y la negativa de contarle a su mamá de nuestra relación me estaban pasando la cuenta. Me sentía dejada de lado, una especie de plato de segunda mesa que probaba sólo cuando tenía ganas o tiempo. Y esa sensación me tenía mal, triste, sola.

En diciembre del 2008 me pidió pololeo en esa azotea que aún nos acompañaba. Ya había pasado casi un año, con altos y bajos. Con una infidelidad de por medio y con la otra mina en el cumpleaños de su prima. Pasamos por muchas, pero nada tan doloroso como ver sus ojos tristes por la relación quebrada con su mamá, por el miedo de contarle que estaba conmigo y las constantes despedidas sin saber realmente cuando tendríamos tiempo para volver a vernos.

Traté de apoyarla lo que más pude, le di más tiempo del acordado, acuérdense que el año anterior le dije que si en febrero no hablaba, lo nuestro llegaba hasta ahí. Pero ya a fines del 2009 no pude más. Nuevamente viajaría a ver a su papá al norte y luego se iría todo febrero al campo; intentaría venir algunos días a Santiago para verme, me dijo. Pero no era suficiente. Yo comenzaría mi práctica profesional en chilevision, serían tres meses de fines de semana trabajados y largas jornadas. Después de Navidad me vino un tremendo ataque de colon. No podía más con la situación. Estaba nerviosa, estresada y desilusionada de la relación. Le dije que era ahora o nunca, que hablara con su mamá o simplemente no me llamara más. Me pidió más tiempo. Le dije que no.

Estaba con la guata apretada, mi decisión era el fin de nuestra relación o el inicio de una nueva etapa que podía ser muy buena o simplemente una pesadilla. Más de una vez la prima de la abogada me había hablado del complicado carácter de su mamá, intentando convencerme de no obligarla a salir del closet. Por eso esperé tanto tiempo. Pero ella era hija única, si la quería iba a aceptarla y si no, bueno, dicen por ahí que mejor sola que mal acompañada. Ya éramos adultas y debía tomar una decisión.

No me odien por esta parte de la historia, hasta el día de hoy, estoy convencida de que fue lo mejor y más honesto que pude hacer, por la abogada y por mí.
Un par de días después de mi ultimátum me llamó, me había pedido un tiempo para pensarlo, para ver que hacía y sobre todo para juntar fuerzas.

- Le conté a mi mamá, me dijo. Pero no quiere saber nada de ti, de tu existencia, ni conocerte ni nada. Acepta le decisión de vida que tomé pero de la puerta para afuera. Ni siquiera quiso saber tu nombre.

Me sentí aliviada, por lo menos ya no habían más secretos, ahora era cosa de darle tiempo al tiempo. La abogada estaba triste, quería darme más de lo que hasta ese momento me había dado, pero así fueron las cosas. Aunque yo tenía la fe de que todo de a poco se iba a ir ordenando. Es que su mamá tuvo 2 años para asumir que su hija era lesbiana, el paso lógico era aceptar que tenía pareja. Viene con el paquete creo yo, le decía siempre. Pero por lo menos hasta ese momento me dejó tranquila saber que de a poco la situación se estaba ordenando. Dejé de ser una especie de fantasma en su vida, nuestra relación se estaba convirtiendo en algo mucho más real de lo que nunca pensé tener.

miércoles, 1 de julio de 2015

Era conmigo con quien quería estar

Como les decía, llegó el día “D” el día en que me encontraría de frente con la amiga de la prima de la abogada, con la mujer que quiso quedarse con el amor de mi vida.

Era el cumpleaños de la prima, iba a hacer un carrete monumental en su departamento. Y yo estaba trabajando en el bar, esa noche salía cerca de las 3 de la mañana, pero quería ir, necesitaba mirarla a los ojos, tenerla frente a mí y dejarle más que claro que esa batalla la había ganado yo y que iba a estar más que atenta a cada paso que diera.

Por supuesto, la abogada me dijo que no me preocupara y que no fuera. Obvio, estaba aterrada de ese posible encuentro. Estás loca, o sea olvídate que no voy a ir. Ninguna posibilidad de dejarte toda una noche sola con esa mina, le dije.

Llegué cerca de las 4 am, menos mal que todavía el carrete estaba on fire, besos y abrazos a la cumpleañera, saludos a todos y ahí estaba ella, sentada con cara de póker en la alfombra, nos saludamos cordialmente, pero les juro que por dentro me quería morir, era demasiado linda, pelo café oscuro, ojos azules y piel tostada, una de las minas más ricas que he visto. Y mientras tanto, en la otra esquina yo. Rubia, ojos verdes, aunque venga bien de cerca la recomendación no soy fea, pero estaba pálida y ojerosa, después de estar todo el día en la U y luego a trabajar de noche, ¿Quién no? En fin, más encima estaba despeinada, transpirada y con zapatillas de trabajo, viejas y feas. Todo mal. O sea ábrete tierra que me quiero enterrar.

Pero lógico, siempre digna y marcando territorio como una loca, la abogada estaba sentada en el mismo grupo de la otra mina, pero sobre un sillón, mirándome con cara de “en cualquier momento esta se manda un numerito”, pero no, sólo me senté frente a la mina en el suelo y empecé a meterle conversación, lo típico, ¿qué haces? ¿Pololeas? Etc etc etc. Yo ya sabía todo y ella sabía muy bien quien era yo. Pero quería verle la cara diciéndome que estaba pololeando, ¿Y cómo es tu pololo? ¿Qué hace? ¿Tienes fotos? Sólo para recordarle su infidelidad. Para molestarla.

Aaaaaah es que días antes se habían encontrado con la abogada en el departamento de la prima y al irse, esta mina la siguió al ascensor e intentó darle un beso. Quiero creer que realmente no pasó nada, prefiero ni pensar en eso, pero ustedes comprenderán que estaba demasiado picada con la mina esa, es que para mí, - y esto lo he dicho varias veces -, si eres gay o si quieres ser infiel, simplemente termina con tu pareja, no engañes ni mientas, que cosa más fea.

Pero bueno, el tema es que no solté a la mina en toda la noche, hasta que se fue, quería que supiera por mi mirada que estaba al tanto de todo lo que pasó con mi polola, de todo lo que hizo y que cualquier movimiento en falso todo su entorno se iba a enterar, incluido su pololo. No le dije nada, sólo le pregunté cosas sin despegar mis ojos de los suyos, por momentos le costaba sostenerme la mirada. La verdad, esa noche me divertí bastante. Y al irnos sólo le dije a la abogada: “puta la mina rica, la cagó”.


Después de conocerla, y a pesar de que en serio era o es porque no está muerta, demasiado guapa la mujer, sentí tranquilidad, a pesar de todo, la abogada estaba conmigo, era a mi lado con quien quería estar y nos amábamos, por ahora eso era lo más importante. 

lunes, 29 de junio de 2015

No quiero ni puedo sufrir más

18 de febrero del 2009, dos meses de pololeo y la relación totalmente quebrada. Ya habían pasado dos semanas desde el regreso de la abogada a Santiago. No quería verla a pesar de sus insistentes y repetitivos llamados telefónicos. Estaba decidida a darle un punto final a la relación.

Eran cerca de las 10 de la noche cuando suena el timbre de mi departamento. Era ella, decidida a obligarme a escucharla, no iba a aceptar un no por respuesta. Golpeaba, tocaba el timbre, repetía mi nombre una y otra vez. Toda mi familia estaba en casa, pero no le importó. Déjame entrar, conversemos, te amo, esto se puede solucionar, sé que estamos hechas para estar juntas, no me voy a ir sin que hablemos, aunque tenga que pasar la noche aquí afuera. Todo en mi interior decía déjala, si quiere quedarse a vivir en el pasillo de tu edificio que lo haga, en algún momento se va a aburrir de buscarte. No le abras.

A esas alturas tenía más pena que rabia, no podía aceptarla nuevamente en mi vida, ese orgullo que siempre me caracterizó debía serme útil en ese momento, hacerme respetar, no volver a perdonar. ¿Para qué hacerlo? Si ya me lo había llorado todo, ya lo peor había pasado. Ahora sólo faltaba que el tiempo terminara de sanar las heridas, igual que la primera vez, cuando después de que dijo que no me amaba y nunca lo había hecho decidí eliminarla para siempre de mi vida y mis pensamientos, aceptar el dolor y continuar. Nuevamente cerca de 7 años después la historia se repetía. Nuevamente, tendría que aprender a convivir con el dolor de perderla, ahora también con la necesidad de su piel, de su cuerpo entrelazado al mío, de esa fusión perfecta que habíamos conseguido.

Todos esos pensamientos y muchos más que ya ni recuerdo pasaban por mi cabeza, mientras mi corazón en voz baja repetía que la dejara entrar, que nos diera una nueva oportunidad, que el amor no se deja ir así como así, que el orgullo no lleva a ninguna parte más que a repetir el dolor, a vivir con la eterna pregunta del ¿qué hubiera sido si la hubiera perdonado?

Le abrí la puerta, no necesitaba escuchar palabras, sus ojos me pedían disculpas, con su miraba supe que me amaba tanto como yo a ella. Me pidió que saliéramos, que fuéramos a tomarnos un trago para conversar, acepté la invitación.

La rabia desapareció al verla, también el dolor… Sin embargo las dudas y los miedos comenzaban a apoderarse de mí.

-          ¿Esto es una venganza?, ¿Por eso me buscaste? Le pregunté. Me miró sorprendida.
-          ¿Por qué querría vengarme de ti? Yo te amo, sólo soy una estúpida, inmadura y cobarde, pero te amo.
-          Yo también, pero no quiero ni puedo sufrir más. Me has hecho demasiado daño.
-          Te juro, que nunca más te voy a ser infiel. Perdóname, quiero estar contigo el resto de mi vida. Me dijo.
-          Ok, pero esta es la última oportunidad que nos damos. Si las segundas partes no son buenas, menos las terceras y cuartas. Le respondí.

Otra vez la había perdonado. No me sentía capaz de alejarme de ella. De dejarla ir. Aunque por primera vez sentía que el miedo me estaba congelando por dentro. Pero como siempre me tiré de cabeza a la piscina, a jugármela por la mujer que pensaba era el amor de mi vida, mi alma gemela.
Pasamos varios meses increíbles, de harto carrete, juntas con sus primas, noches eternas conversando, tomando y quedándonos a dormir en alguna casa que nos recibiera, todo para estar juntas. De esos tiempos en que no nos veíamos pasamos a una etapa de ser inseparables. Claro, yo trabajaba de garzona en un bar del barrio alto de Santiago y estudiaba en la Universidad, por lo que pasaba agotada, pero con la juventud entre las manos me hacía el tiempo para vivir mi relación.

Más de alguna vez los fantasmas de las infidelidades volvieron mezclados con varias copas extra, me acuerdo una noche que estábamos en el departamento de su prima y empezaron a hablar de la amiga con la que la abogada me fue infiel, claro porque era ultra secreto, su prima no tenía ni la menor idea de lo que pasó entre ellas. O sea, le hubiera dado un infarto, por eso habló con toda la tranquilidad del mundo de su amiga, y aunque yo intenté mantener la calma, me bajó un ataque de ira tremendo, agarré todas mis cosas tipo 5 de la mañana y me fui caminando por las calles a mi casa, la abogada salió corriendo a pie pelado detrás de mí, un nivel de locura extremo. Le gritaba en la calle, la prima no entendía nada, todo mal. Después de cerca de una hora persiguiéndome logró llevarme de vuelta al departamento. Al día siguiente me quería enterrar viva de la vergüenza, o sea no me atrevía a mirar a nadie a la cara. Todo un bochorno.

En fin de esas pataletas me bajaron un par, lo que si me afectó fue en la parte sexual. Pasaba periodos en los que no quería ni que me tocara, me acordaba de la infidelidad, de la amiga de su prima, del tipo y me venía una mezcla de rabia y pena. Eso duró un buen tiempo. Pero seguimos juntas, solucionando los problemas, o por lo menos intentándolo.


Así el 2009 transcurrió entre miedos a una nueva infidelidad, la espera paciente de que la abogada por fin se atreviera a hablar con su mamá y contarle de mi existencia, mis ataques de ira y carretes varios, claro sólo con alcohol, las drogas hace tiempo ya que estaban fuera de mi sistema. Hasta que llegó el día “D” y no de por fin decirle la verdad a su mamá. Noooo el día en que conocí a la famosa amiga de la prima. La mujer que pololeando con un hombre y todo quería tener una relación con mi abogada. Esa historia la dejaré para el próximo capítulo. 

viernes, 26 de junio de 2015

Mejor una colorada que cien amarillas

Les juro que por mucho tiempo me pregunté si a la abogada le faltaban neuronas, era muy cobarde o tenía planeada una muy linda venganza por todo lo que pasó cuando terminamos 7 años atrás, pero les juro, que lo que les voy a contar ahora ya parece un chiste cruel, me acuerdo y me da rabia aunque han pasado 6 años. En fin, procedo a contarles la historia.

En el capítulo anterior les decía que la abogada se fue de vacaciones al norte todo lo que es in love, por primera vez desde que nos conocimos ese 2001, o sea cerca de 8 años atrás, habíamos logrado conectarnos, comenzar una relación de pareja lo más cercana a la normalidad posible, a pesar de la falta de tiempo para estar juntas y de que su mamá todavía no sabía de mi existencia, pero estábamos enamoradas, felices de estar juntas y de la idea de comenzar a escribir líneas alegres en una historia de amor que estaba llena de complicaciones y miedos.

Así con ella en el norte y yo en Santiago trabajando hablábamos todos los días por teléfono varias veces, nos contábamos hasta los más mínimos detalles de lo que habíamos hecho, cuando había tiempo y estábamos solas teníamos sexo telefónico, nos extrañábamos como locas, el tiempo pasaba lento y eso nos empezó a pasar la cuenta. De las conversaciones alegres comenzamos a tener pequeñas discusiones ilógicas, luego los celos empezaron a afectar, es que ella salía mucho, al principio me hacía la loca, con un pásalo bien hablamos mañana porque me quiero dormir temprano, pero en mi interior estaba inquieta, no seas tonta, no pasa nada, me repetía una y otra vez, pero había algo que me tenía intranquila.

Bueno, en todo caso para mí no todo era trabajo, durante esos días me re encontré con mi amiga la famosilla, (esa de la historia del sexo en mi casa, con mi mamá durmiendo en la pieza de al lado) teníamos planeado salir a carretear, idea que a la abogada no le gustó para nada, cometí el error de contarle todo lo que hace tiempo pasó entre nosotras y obvio le dieron unos celos terribles, por lo que durante algunos días aplacé la junta, hasta que me aburrí de ser yo la que hiciera todo para que estuviera bien, mientras ella se dedicaba a carretear de sol a sol.  

Una noche, tuvimos una discusión grande por teléfono por este tema de sus carretes, con despedidas de solteras incluida y a mí me ponía problemas para juntarme con una amiga, así que me piqué y le dije que iba a salir igual y que si me seguía molestando le sería infiel con otra mina; rotunda mentira y grave error, pero estaba enojada y las palabras salieron eyectadas de mi boca sin poder controlarlas. Ok, has lo que quieras, me respondió y me cortó el teléfono. La debo haber llamado 17 veces entre la pelea y que llegó la famosilla a buscarme, pero no me contestó, así que chao, vamos a pasarlo bien, le dije a mi amiga. Fuimos a comer algo, a tomarnos un trago y de puro enojada le dije que fuéramos a bailar, les prometo que me porté regio, aunque no me faltaron ganas de olvidarme que existía la abogada y agarrarme a cualquier mina por ahí. Pero no lo hice. Llegamos como a las 5 de la mañana de vuelta a mi departamento, en mi celular tenía como 28 llamadas perdidas ya se imaginarán de quien. La llamé de vuelta y me tira el peor balde de agua fría: me agarré a un weón. Te fui infiel.

Yo con mi amiga al lado, les juro que me dieron unas ganas tremendas de agarrarla y tener sexo de una, pero me aguanté. A la abogada le corté el teléfono y no le respondí más. Sólo le dije a la famosilla, esta weona me fue infiel otra vez. Nos quedamos mirando mudas, no sabía que decirme y a mí no me quedaban palabras.

Para ubicarlas en el tiempo esto debe haber sido una semana antes de finales de enero, o sea estaba pronta a llegar a Santiago. En todo ese tiempo, no le volví a responder el teléfono, me llamó hasta una de sus primas, - la única que sabía que estábamos juntas -, para decirme que la abogada estaba súper mal, arrepentida, que sólo habían sido unos besos con un ex pololo de la infancia en los estacionamientos de una discotheque, que por favor le contestara el teléfono, etc etc etc. Pero no, estaba convencida de los que tenía que hacer y le dije que no quería más, que ya era suficiente. Quizás antes pude perdonar que estuviera con otras minas, pero ahora, que supuestamente estábamos pololeando no, y menos con un hombre. O sea no había absolutamente ninguna posibilidad de reconciliación.

Les juro que nunca en mi vida había estado en una relación más bipolar que esa, y por lo mismo ya no aguantaba más, que ganas de volver a ser la pseudo rockera, media loca y sin corazón que se agarraba minas por un rato, pero no podía, estaba enamorada, como dicen por ahí mejor una colorada que 100 amarillas y ya llevábamos varias, así que a cerrar los ojos, bloquear el corazón y decir chao para siempre, eso era lo más sano. No más perdones, no más aparecidas en mi departamento para conversar, no más te amo que se los lleva el viento, me merecía una relación de verdad, no a alguien que se dedicaba una y otra vez a jugar con mis sentimientos.



miércoles, 24 de junio de 2015

Total y absolutamente in love

Las cosas habían estado bien entre nosotras, pero como les contaba en el capítulo anterior no podía dejar de tener ese sentimiento de ser una especie de plato de segunda mesa, una amante pasajera con la que de vez en cuando te juntas, tienes sexo, después te fumas un cigarrito, la regaloneas un rato para dejarla conforme y te vas, casi sin mirar atrás, y yo quería más, estaba enamorada y necesitaba una relación algo más formal, sentirme realmente importante para la persona que tenía al lado,  poder con el tiempo decir ella es mi pareja, sin miedos ni vergüenza, mirando de frente a una sociedad que aunque pretende estar cambiada, sigue siendo discriminadora, sobre todo con la homosexualidad femenina, por lo menos así lo siento yo.

Tenía entre mis manos un sentimiento de valentía sin igual guiado por el amor, poco a poco fui saliendo del closet entre mis compañeros de universidad, - no le conté a todos, pero si a los más cercanos, esos que hasta hoy son mis amigos -, sentía que; como me pasó con los del colegio, prefería perder gente a vivir en una mentira, inventando pololos o sospechosas solterías eternas. Además uno de mis sueños es ser activista, quizás no participando de todas las marchas o formando parte de alguna agrupación, sino que como espero estar haciéndolo con el blog, contando mi historia, mis defectos, virtudes, amores y desamores. Contando, si es que a alguien le sirve, que se puede, a pesar del rechazo y del miedo, con valentía y mirando al mundo con la frente en alto, finalmente se puede ser feliz.  

Ya, me fui en volada, mis disculpas, continuemos con la historia. Como les decía le puse un ultimátum a la abogada: o le cuentas a tu mamá que yo existo y que estamos juntas o nosotras llegamos hasta aquí. Pero, como se dice por ahí la salvó la campana porque al día siguiente se iba hasta finales de enero de vacaciones al norte con su papá y hermanos, y como no podía hablar con la mamá de la relación que estaba comenzando a formar conmigo y mandarse a cambiar de un día para otro sin profundizar en el tema, - aunque hubiera sido harto más fácil para ella-, le di plazo hasta su regreso en febrero, pero de ahí no había más tiempo. Me prometió que hablaría con ella y que haría todo por ponerme en mi lugar, aunque hasta ese momento tampoco estaba muy claro qué lugar era ese, si la abogada parecía no tener ninguna intención en pololear conmigo, por lo menos eso sentía yo.

Pero la noche antes de irse, me sorprendió, por fin después de varios meses se decidió y me pidió pololeo, obvio, estábamos en la azotea de mi edificio conversando de nosotras, de la vida, etc. y de repente me toma la mano, me dice que me ama y que no quiere irse de vacaciones sin hacerme una pregunta. ¿Cuál? le digo yo. Me mira con sus ojitos tiernos y nerviosos y me dice: ¿quieres pololear conmigo? Siiiiiiiii, obvio, era lo único que quería. Me hizo demasiado feliz saber que, aunque no nos veríamos en poco más de un mes, - lo que me tenía con un bajón horrible -, ya estábamos oficialmente juntas. Ya éramos una pareja de verdad. Seguro muchas piensan que soy súper perna o anticuada, pero si han leído el blog se darán cuenta que no era así, fue ella la que me cambió, la que me tenía locamente enamorada y formalizar o ponerle nombre a la relación pasó de ser un tema realmente importante para mí.

Esa noche hicimos el amor como locas, no nos importó si subía alguien y nos veía no nos importó nada, como en Puerto Pollenza, la canción de la ídola Sandra Mihanovic:

Y tu mirada se clavó en mis ojos y mi sonrisa se instaló en mi cara y se esfumó la habitación, la gente, y el miedo se escapó por la ventana. Y amándonos en una carretera nos sorprendió la luz de un nuevo día como a dos jóvenes adolescentes tu mano húmeda sobre la mía. Te nació este amor... Y nuestros cuerpos festejaron juntos ese deseado y esperado encuentro, y un sol muy rojo te guiñaba un ojo mientras se disfrazaba de aguacero. Y sin dormir nos fuimos a la playa y nos besamos descaradamente alucinando al gordito de gafas que fue corriendo a cambiarse los lentes”.


Claro, no estábamos en una carretera y no alucinamos a ningún gordito de gafas, por suerte no nos pilló nadie, pero pucha que tuvimos harto sexo, de esos buenos buenos, los de despedidas, reencuentros o reconciliaciones, o sea los mejores. La conexión se volvía cada vez más profunda, estábamos aprendiendo a conocernos y aceptarnos tal como éramos, nuestros cuerpos estaban hechos para estar juntos, al igual que nuestras mentes y corazones, por eso era tan importante que fuera honesta con su mamá, que pudiéramos comenzar a vivir nuestro amor libremente, sin más miedos, sin tiempos limitados y visitas a escondidas. Era claro que nacimos para estar juntas y nada ni nadie podía evitarlo. Así, total y absolutamente in love la abogada de fue de vacaciones al norte.

lunes, 22 de junio de 2015

Debía aceptarla o dejarla ir

Me encantaría contarles que nuestra historia de amor se convirtió rápidamente en una de esas de película. Que después de la reconciliación en la azotea todo se tornó color de rosas, con un “fin” de esos de teleseries mientras suena de fondo una canción ultra romántica, tipo She de Elvis Costello. Pero no, la realidad golpea duro y nos esperaban varias pruebas por enfrentar.

Así es la vida dicen por ahí, entonces mejor sigo avanzando con la historia, ya era finales de septiembre del 2008, en un Santiago que comenzaba a florecer, el frio del invierno estaba dando paso a ese calorcito agradable de la primavera, pudimos pasar largas noches en la azotea, que la hicimos nuestro lugar, tomándonos un traguito conversado, riéndonos y olvidando todo lo que ocurría a nuestro alrededor, varias veces, con esa sensación de desafiar al peligro hicimos el amor, ahí en ese sofá de cemento, con el riesgo de que apareciera un guardia o algún residente, pero no nos importaba, no teníamos otro lugar y necesitábamos sentir nuestros cuerpos desnudos, esa compenetración que, creo, sólo el sexo logra en las parejas, sobre todo cuando están empezando.

Pero ojo, que el sexo fue otro gran tema entre nosotras, como yo tenía mis años de experiencia en la cosa sexual y la abogada cero, por lo menos con mujeres, que es lo que en este blog nos convoca, no se atrevía a acostarse conmigo. O sea, fueron como 6 meses esperándola, hasta que un día después de una fiesta, la agarré y le dije, suficiente, no aguanto más, nos fuimos en taxi hasta su auto que estaba en unos estacionamientos cerrados cerca de mi departamento en el centro de Santiago, y ahí mismo hicimos por primera vez el amor, cero romanticismo de por medio, sólo sexo y para sorpresa de ambas, más de ella que mía, la mina era seca para el tema de las artes amatorias, una destreza impresionante fíjense, sobretodo en la parte oral.

En todo caso meses después tuve mi reivindicación, mi mamá me prestó el departamento, lo llené de velas, le compré flores y puse música romántica, para mí esa fue nuestra primera vez, de fondo sonaba la gota de rocío de Silvio Rodríguez, mientras empezábamos a besarnos, tocarnos, sacarnos la ropa y conectar nuestros cuerpos que calzaban perfecto. Definitivamente si me quedaba alguna duda, esa noche las despejé todas, estábamos hechas la una para la otra y por fin, después de tantos años nos reencontramos de verdad, de cuerpo y alma. Fue una noche llena de magia, de placer y lágrimas de emoción. Uno de esos momentos inolvidables, que te marcan para siempre. Por primera vez en mi vida, en sus brazos sentí que había encontrado mi lugar en un mundo en el que me parecía que no había un espacio para mí.

Pero como les contaba, esos eran sólo momentos, porque el día a día era complejo y confuso, la abogada lo estaba pasando mal por la relación con su mamá, que no aceptaba bajo ningún punto de vista que su hija fuera gay. La cosa fue más o menos así.

En diciembre del 2007, para navidad le contó que era lesbiana y jamás imaginó su reacción, gritos, lágrimas, escándalo. La abogada no lo podía creer, es que su mamá tenía amigos gay y era súper abierta de mente con el tema, pero ella era hija única, había tenido pololos después de la primera vez que estuvimos juntas, entonces la tía, -así le diré a la mamá de la abogada -, no entendía nada.

Después del primer impacto le dijo que no quería saber nada de sus minas o pololas y así lo hicieron durante meses. De hecho cuando nos reencontramos la tía había hecho un viaje a Europa, la abogada juraba que llegaría más tranquila, pero fue peor, porque su mejor amigo, gay, que conocía a la abogada desde que era una niña, le dijo a su mamá que no era lesbiana, que sólo era una pataleta de cabra chica, porque una vez, años atrás le contó que había tenido un tremendo round sexual con el pololo de la época. Y con esa idea, su mamá llegó de vuelta a Chile.  Pero claro, si estaba luchando con todas sus fuerzas por no ser lesbiana y porque nadie a su alrededor se diera cuenta. Pero su mamá insistía en que sólo quería llamar la atención.

El tema provocó un caos en la abogada, es que con su mamá eran partners, súper amigas y compinches, entonces este quiebre en la relación parecía imposible de solucionar y eso le trajo más miedos y dolor. Quería estar conmigo, quería ser mi pareja, pero no se atrevía a pololear, recuerdo que me regaló una foto que nos sacamos en invierno y su mirada se veía triste, como apagada. Intenté apoyarla el mayor tiempo posible, pero las cosas se comenzaron a complicar, entre las universidades, - porque en esos 7 años que estuvimos separadas las dos congelamos nuestras carreras -, y los problemas con su mamá, nos veíamos algunos minutos en la semana y los viernes o sábado en la noche, yo la extrañaba y ella siempre me respondía lo mismo: está bien echar de menos, quiere decir que me amas. Una respuesta que me causaba dolor pero que por un tiempo me acostumbré a escuchar. Claro que no por mucho, ya en diciembre del 2008 estaba aburrida de esas respuestas, de estar siempre en segundo lugar, de vivir escondida a la sombra de su mamá recibiendo las migajas de tiempo que le sobraban para verme. Así que decidí ponerme en mi lugar y darle un ultimátum, o le cuentas que estás conmigo o la relación, - que todavía no tenía nombre y yo quería pololear -, se acaba.


Sé que fui egoísta, que la puse en una situación difícil y la obligué a pasar aún más malos ratos, pero ya no podía seguir así, habían pasado demasiados meses aguantando en silencio y quería tenerla conmigo siempre o definitivamente alejarnos, me sentía su amante, no su pareja y lo estaba pasando mal, era la única opción que veía para hacerla entender que su mamá debía aceptarla o dejarla ir.   

viernes, 22 de mayo de 2015

Al salir del closet

Ya había terminado con el músico, la abogada estaba, según yo, pololeando con la otra, y yo estaba colapsada, tenía ganas de mandar al mundo entero a la mierda, ganas de gritar: para planeta que me quiero bajar. Y de repente, aparece ella, en la puerta de mi casa pidiéndome una última conversación.
-          Loca, no tenemos nada de que hablar, déjame en paz. Le dije.
Me pidió subir a la azotea, para poder hablar aunque fueran unos minutos. Es que mi departamento era chiquitito y estaban mi mamá y mis dos hermanos ahí, no era precisamente un sinónimo de intimidad. Ok, fuimos. Es que quería escucharla solamente para mandarla con un pasaje de ida a la punta del cerro. Les juro que no podía estar más enojada y triste a la vez, me sentía engañada, pasada a llevar, dejada de lado, abandonada, de todo un poco y mucho más. Se que yo me había metido con el músico y quizás no tenía mucha moral para enojarme tanto, pero ella había sido la que me buscó, ella fue la que me dijo que me amaba, no yo y por eso, que se haya acostado con otra mina me dolió tanto.
Bueno, subimos a la azotea, me dijo que no estaba pololeando, que no podía tener una relación con otra mina porque me quería a mí, me pidió que la perdonara y me dijo que me había llamado para decirme eso (que la mina le había pedido pololeo) solamente para ponerme celosa, para que decidiera volver con ella, también porque le había dolido en el alma saber que yo estaba con un weón. Bueno, le dije, cagaste porque no pienso estar contigo. La cosa fue más o menos así (en su imaginación póngale los gritos)
-          ¿Quién te crees que soy? ¿Plato de segunda mesa? Olvídate que existo. Maldigo el día en que me encontraste, no quiero verte más.
-          No seas tan dura, conversemos arreglemos esto. Me contestó, con ojos tristes.

-      No me interesa arreglar nada, no hay nada que arreglar. Nosotras no tenemos una relación, no somos pololas y tampoco amigas, así que por favor déjame tranquila, desaparece otra vez y para siempre de mi vida. Te odio y odio que me hayas encontrado.
Así nos pasamos por lo menos una hora, peleando, ella pidiéndome que nos diéramos una oportunidad y yo mandándola a la cresta.

La azotea del edificio en que vivía, tenía esos pilares como con ventiladores, a la izquierda una especie de quincho mal hecho y a la derecha había un muro con un espacio como para sentarse, cabíamos las dos, imagínense una especie de sillón pero de cemento. Bueno, la cosa es que ahí estábamos, nos parábamos, nos sentábamos, peleábamos, nos quedábamos calladas un rato sin mirarnos. De repente, la abogada se para y me dice, bueno, me voy, y no te preocupes que no te volveré a buscar nunca más. Se paró y empezó a caminar hacia la puerta. Fue uno de esos momentos que parecen de película, las emociones en segundos se me revolvieron, mi cabeza decía deja que se vaya, mi corazón: no la dejes ir. No sabía qué hacer.
El tiempo y el espacio estaban detenidos, la veía caminar de espalda a mí, estaba sentada, congelada, no me salían las palabras, pero tenía que actuar, ponerme dura, dejarla ir, era lo mejor, lo más sano. Pero no podía, estaba enamorada, quería darnos esa oportunidad que 7 años atrás habíamos dejado escapar. Pero, las segundas partes siempre son malas, no era inteligente detenerla. Deja que se vaya, deja que se vaya, repetía incansablemente en mi mente.

Seguía avanzando hacia la puerta. Tomó la manilla. Es ahora o nunca pensé, no puedo dejarla ir... Simplemente no puedo. Me paré corriendo, la agarré del brazo, la volteé hacia mí y le di un beso. Me miró con esos ojos de antes, de hace 7 años, esos ojos de amor, de miedo, esa mirada que ya una vez me había enamorado.
Démonos una oportunidad le dije. Estuvimos horas sentadas en el sillón de cemento, besándonos, abrazadas, haciéndonos cariño, una compañía en silencio que me llenaba el alma, no necesitaba nada más. Horas juntas en ese lugar que durante meses se convirtió en “nuestro espacio”, un lugar en el que estábamos solas las dos, mirando Santiago desde arriba, lejos de los problemas, de nuestras familias y de todo lo que debíamos enfrentar, lejos del hecho de tener que por primera vez enfrentar al mundo como una pareja de lesbianas, lejos de las pruebas que se vendrían al salir del closet.


miércoles, 20 de mayo de 2015

Nos debíamos una última conversación

Por lo menos en mi cabeza, las cosas con la abogada estaban clarísimas. Le di un tiempo para webiar, para agarrarse las minas que quisiera, estuvo con 3 y me quedé calladita, era lo que yo misma le había dicho que hiciera, por lo que no tenía derecho a quejarme… Bien boluda yo, pero ese era el camino que a mediados del 2007 cuando me volvió a buscar y me contó parte de su historia decidí tomar, es que nadie puede vivir su lesbianismo, - pucha que me carga esa palabra-, viendo The L Word como única vía de escape, ella tenía que probar y pasarlo bien un rato. Pero llegó un momento en que dije ya es suficiente, elige, sigues agarrándote minas o te quedas conmigo. Se suponía que se había decidido por mí. Claro, hasta que llegó la otra, así le vamos a decir a la amiga de su prima.

Nunca voy a saber por qué decidió contarme que se había acostado con otra mina, cuando a mí con suerte me dejaba agarrarle una pechuga, lo que tengo claro es que me dolió en el alma y no estaba dispuesta a perdonarla, que se fuera un ratito largo a la cresta y ojalá se quedara allá para siempre.

Yo en esa época trabajaba en un hotel, era jefa de mucamas, todavía no volvía a la Universidad después de congelar y tampoco tenía mucho interés en titularme. Una noche, había un evento gigante y mis jefes me pidieron que me quedara para ayudar a organizar algunas cosas, en eso estaba, con un pisco sour en la mano trabajando, - era el primero que me tomaba en meses, recuerden que estuve en período de rehabilitación-, cuando apareció un tipo con el que fuimos muy amigos años atrás, era cero mi gusto, y bueno obvio, no me gustan los hombres, pero estaba tan picada con la abogada, tenía esa sensación de: quiero venganza y sobretodo quiero olvidarla, cueste lo que cueste, así que después del evento nos fuimos a carretear y me lo agarré. Cara de nalga, sin pensar en nada, aunque debo reconocer que me dio un poco de asquito, pero estaba tan furiosa que no me importó.

Bueno, la cosa es que este tipo llevaba años detrás de mí, ahí me lo dijo, yo quedé para adentro porque juraba que estaba loco por una de mis mejores amigas que nunca lo pescó. Les mentiría si les digo que me acuerdo perfecto como se fueron dando las cosas, pero de repente sin darme cuenta, estábamos saliendo así como súper en serio, deben haber sido como tres semanas en las que me invitaba a comer, me sacaba a pasear, onda pololos y de la abogada, nada. O sea, me llamó un par de veces, al principio le cortaba, hasta que ya no di más y le contesté, sólo para decirle que me dejara en paz, que estaba saliendo con un hombre y que no quería saber más de ella ni de ninguna mujer. Corta. La mina se quedó muda y me cortó el teléfono. Yo seguí saliendo con el músico (así le voy a poner). En todo caso, fiel a mis ideas, desde un principio le conté de la existencia de la abogada, no le iba a mentir porque igual había cariño y además no le iba a hacer a alguien lo mismo que mi padrastro le hizo a mi mamá.

En fin, el pobre tipo loco por mí, era buen gallo, pero no me movía ni un pelo, es más me decía mi ostrita, porque cuando me daba besos yo no habría la boca, es que de verdad no me gustaba, no quería estar con él. Mi mamá siempre me decía que terminara, que no lo hiciera sufrir, porque aunque lo había visto un par de veces, cuando éramos amigos años atrás, por lo que le contaba, se notaba que estaba bien enganchado de mí. Y como buena madre no se equivocó. Un día estábamos paseando por el Parque Arauco (mall del barrio alto de mi querido Santiago de Chile), la cosa es que entré a una tienda en la que vendían collares, anillos, cosas así, y la vendedora empezó a mostrarle los anillos al músico para que me regalara, y él le dice: no se preocupe ese tema del anillo ya lo tengo bien pensado. Lo miré esbozando una sonrisa mientras mi interior gritaba: corre, escapa, que miedooooo. Ese mismo día, un mes después del reencuentro terminé con él.


Días antes del hecho en cuestión, me había llamado la abogada para decirme que la otra le había pedido pololeo. La decisión es tuya, me dijo, si no quieres volver conmigo yo empiezo una relación con ella. Mi respuesta fue de un puro grito: has la weá que querai weona cara de raja. Y le corté. Me dieron unas ganas de llorar del infierno, pero me la guardé, estaba trabajando y tenía que mantener la compostura. Días después del fin de mi romance heterosexual, la abogada apareció por mi casa, nos debíamos una última conversación.

lunes, 18 de mayo de 2015

No me llames más, olvídate que existo.

Tengo que reconocer que ese primer beso después de 7 años removió todo en mi interior, las emociones fluían como locas, los sentimientos se volvieron incontrolables, quería estar con ella, pero sabía que primero la abogada debía vivir un poco su homosexualidad, estar con otras mujeres, tener sexo, carretear y pasarlo bien, si no, nunca podría estar segura de que de verdad me amaba o era sólo un capricho o una obsesión. Así que decidí dejarla vivir. Decisión que pienso fue correcta pero que por un momento me arrepentí de haberla tomado. 

Es que las semanas siguientes fueron del terror, me hizo caso y con cuática, no se agarró a una mina, noooooo a tres y seguiditas, lo peor es que una de ella era pseudo conocida y terriblemente rica, obvio eso afecta y pica más aún. Lo peor es que me iba contando de cada una de sus aventurillas y de como la llamaban para invitarla a salir. Con el paso del tiempo el tema me empezó a doler y molestar. Hasta que llegó un momento; debe haber sido como a principios de agosto, en que le dije que ya tenía que tomar una decisión: seguir weviando o tener una relación conmigo. Poco mas de un mes de locura era más que suficiente creía yo. Para mi desagradable sorpresa, me respondió que no estaba preparada para comprometerse, plop. Pero si tu me buscaste, le respondí. Si se y te amo, pero no estoy segura de ser capaz de entablar una relación. Bueno, le dije, has lo que quieras, tu me avisas, por mientras mejor no vernos. 

Días después me llamó para que nos fuéramos las dos solas a su campo, me dijo que quería estar conmigo, no ponerle nombre todavía a la relación, pero estar conmigo, fue una odisea conseguir el permiso de mi mamá, pero lo logré. Todo listo, estábamos felices pero la noche antes me llamó por teléfono para decirme que no estaba preparada, que la perdonara, pero que mejor no nos fuéramos juntas al campo. Ok, me aburrí de que me agarres para el weveo. Le corté. 

Al otro día me fue a buscar a mi casa, me explicó que tenía miedo, que yo igual era "experimentada" sexualmente hablando y ella cero y que eso la tenía colapsada. Me da miedo que no te guste más, me dijo. Igual quedé como choqueada con su honestidad. No sabía que decirle. Al final sólo le respondí que la única manera de descubrir eso era probando. Sólo me pidió tiempo. Y lógico, se lo di. 

Habían pasado algunos meses y yo estaba enamorándome, a pesar de los problemas, de las otras minas y de que me haya dejado plantada para irnos al campo, me había enamorado, o simplemente, nunca dejé de amarla. Por eso le di tiempo, por eso acepté, - y yo misma le dije -, que probara con otras mujeres. El tema es que nunca imaginé que estaría tantos meses en eso. 

En fin, seguí con ella, cuando estábamos juntas era todo lindo, a pesar de que su mamá no la aceptaba todavía y eso le provocaba angustia y dolor, pero la abogada ya había tomado la decisión de seguir adelante y vivir su verdad. Igual yo siempre le decía que eso iba a pasar, que le diera tiempo para procesar la información y asumirla. 

Volviendo a la extraña relación que teníamos, porque no era pololeo, ni andar, éramos como "agarramigas", yo lo único que le pedí es que ya dejara de meterse con otras minas, o que por lo menos no me contara, y así lo hizo. Sin embargo el 18 de septiembre del 2008 recibo ese tipo de llamados que te rompen el corazón. 

Me había dicho que se iría al campo a estudiar sola con una prima, ya en la tarde me enojé porque caché que tenían el tremendo carrete. Le pedí que no habláramos por esos días, que me llamara al llegar a Santiago, es que me sentía excluida de su vida, de su mundo, como un secreto sucio que hay que esconder. Pero no me hizo caso y en la madrugada de 18 para 19 me llama borracha y llorando para decirme que se había acostado con una amiga de su prima. Se me rompió el corazón en mil pedazos, lloré como hace años no lo hacía. Simplemente todo había llegado hasta ahí. No podía no quería más. Ese fue mi límite. No me llames más, olvídate que existo.



miércoles, 13 de mayo de 2015

Para evitar seguir sufriendo

Esa noche me costó dormir, estaba emocionada y confundida, es que después de 7 años que llegue una persona y te diga así, de rompe y raja, que te ama es cuático y no me lo esperaba ni en mis mejores sueños, menos que esa persona fuera la abogada, el único ser humano, además de mi familia a quien alguna vez amé. Me sentía atrapada entre las ganas de seguir viéndola, de ver qué pasaba entre nosotras y las historias que me contaron el gordo y sus amigas. O sea si supuestamente se cortó las venas gritándole amor eterno en la puerta de su Universidad a otra mina, era más que raro que volviera después de tanto tiempo diciendo que me amaba. Además, había otro pequeño detalle, a esa otra mina también le envió una solicitud de amistad, el tema es que ella no le respondió.

Le conté todos los detalles de la cita a mi mamá, esa noche dormimos juntas, me dijo que estaba bien que me tomara las cosas con calma, que le diera tiempo al tiempo para ir viendo cómo se daban las cosas, y lanzó lo que una no quiere escuchar, por lo menos tan pronto: quiero conocerla. Claro, yo estaba en capilla y mi vieja no confiaba en nadie. Así que si quería seguir viendo a la abogada no me quedaba otra que acatar las reglas y presentarlas. Pero no se me ocurría cómo, es que de verdad era bien rara la situación. Onda: hola, no nos vemos hace mil, nos juntamos una vez un par de horas y quería presentarte a mi mamá, o sea yo salgo corriendo a mil por hora, era casi ridícula la situación, o lo otro, además de drogadicta me había convertido en una sicópata, por ningún lado podía tener una salida triunfante después de la petición de mi mamá.

Días después se me ocurrió una brillante idea, llamaría a la abogada y le pediría que me acompañe con mi mamá a hacer unos trámites bien lateros, onda bancos, pago te cuentas, puras tonteras, pero si me decía que sí, era una buena alternativa para salir del paso y más encima me evitaba andar por las calles en micro. Genial!!! Y lo mejor es que aceptó. Se saludaron un poco cortantes, pero para romper el hielo la abogada le empezó a meter conversa, ahí se soltaron, hasta que en un momento en que me bajé del auto a pagar una cuenta, se quedaron solas y mi mamá le dijo que yo no podía salir de noche ni tomar copete, que yo había tenido un problema serio con drogas y que si me quería seguir viendo tenía que ser bajo sus reglas, en palabras simples, le pegó la amenazá. Menos mal yo ya le había contado todo, o si no capacito que hubiera salido corriendo. Se comprometió a cuidarme y a comportarse. Delante mío, nada de alcohol.

Fuimos a dejar a mi vieja y salimos un ratito solas a tomarnos un café, ahí me contó lo que habían hablado y me dijo que de verdad quería cumplir las reglas. Igual para ser honesta, la noté un poco choqueada con el cambio radical que tuve en los últimos años, pasé de ser una niña buena, estudiante de la Universidad Católica, a una ex drogadicta sin título ni ganas de terminar una carrera. Un súper buen partido como se imaginarán…

Esa tarde estuvimos poco rato juntas, tempranito me fue a dejar a mi casa, pero nos volvimos a encontrar como dos días después. En 1 semana más o menos ya íbamos para la tercera junta. Me invitó a su casa, estaba sola porque su mamá se había ido a ver a su mejor amigo gay a España. La abogada tenía la esperanza que después de ese viaje llegara con la mente más clara y menos enojada por su homosexualidad, pero fue todo lo contrario, más adelante les contaré por qué.


Típico que cuando no te ves con una ex pareja hace muchos años y hay un reencuentro comienzan a salir las conversaciones incómodas, pero como me caracterizo por ser bastante cara de raja, respondí a todas las preguntas de la abogada con toda honestidad cuando empezó a interrogarme acerca de las minas con las que estuve en esos años, le relaté lo mismo que en la primera temporada les he contado a ustedes, y terminó súper colapsada, es que como les decía, ella no volvió a agarrarse a una mujer después de que terminamos. Igual todavía me era difícil de creer que luego de tanto tiempo siguiera así de enganchada, le dije que se agarrara minas antes de pensar en estar conmigo, que viviera un rato, que tuviera sus aventurillas locas por ahí. Me contó que esa noche en que la llamé estaba en un carrete de una mina lesbiana, su mejor amiga la había invitado, y un poco antes de había agarrado a una chiquilla, que había sido rico, me contó incluso como tiraron, aunque fueron solo besos debo reconocer que me dolió, no se, fue extraño. Pero le dije que era lo que tenía que hacer, estar con otras minas para descubrir si de verdad era yo con quien quería estar. Fue un riesgo que preferí tomar, mejor que descubriera esas cosas al principio. Me miraba seria mientras conversábamos. De repente sentí una ternura extrema, como que todos esos sentimientos que estaban guardados bajo siete llaves afloraron todos juntos, un torbellino de emociones, me senté a su lado, le tomé la mano y le di un beso, traté de tocarla, pero no me dejó, se corrió rápido, como asustada. Es que bien desubicada yo, ni una piscola y directo a las tetas… En fin. Estás avanzando muy rápido, me dijo, porfa déjame procesar todo lo que hemos conversado. Pucha, pensé que querías estar conmigo, le dije. Sí, me contestó, pero tienes razón, tengo que vivir un poco, no sé, me confundiste, ¿podemos esperar, ser amigas por mientras? Ok, pero dame el último beso. Esa tarde me volví a enganchar, se me fueron los miedos, quería estar con ella, tocarla, hacerle el amor, compartir la vida, otra vez en 5 minutos me enamoré. ¿Habrá significado que esos sentimientos tan antiguos jamás desaparecieron? Quizás sólo los tenía escondidos para evitar seguir sufriendo. 

lunes, 11 de mayo de 2015

Piano piano va lontano

Tenía como 300 notificaciones, como 25 mensajes y varias solicitudes de amistad. No me conectaba hace meses. Entre todas esas estaba la solicitud de la abogada y un mensaje de ella:

“Hola, soy… (la abogada), no sé si te acuerdas de mí. Era amiga del gordo… Necesito hablar urgente contigo, este es mi teléfono por si puedes llamarme o envíame el tuyo”
El corazón a mil, ¿qué quería? Me transpiraban las manos, corrí donde mi mamá, le pedí su celular. La llamé…

- Hola, soy la Anto. Me dejaste un mensaje en Facebook.
- Hola, sí, necesito hablar contigo, decirte algo importante.
- Ok, dime.
- No, por teléfono no puede ser. Nos podemos juntar?
- Ok, cuándo?
- Mañana puede ser?
Ya era de noche. Quedamos de salir al día siguiente a tomarnos un café.

Ni se imaginan la mezcolanza de sensaciones, nervios, ansiedad, curiosidad… Recuerdos que pasaban uno tras otro sin dejarme analizar ni pensar en lo que se venía. Volver a ver a la abogada era casi impensado, algo que durante tanto tiempo soñé, una esperanza perdida. Pero al mismo tiempo, tenía miedo, me habían contado tantas historias, que por mucho tiempo se transformó en la innombrable, ¿qué quería? ¿Por qué me buscaba,  habían pasado 7 años, nos vimos por última vez a principios del 2002 y ya estábamos en junio del 2008, era una locura. Pero a pesar de las amenazas del gordo, quería verla, saber de ella, de su vida y por qué me buscaba. Y no sólo a mí, también al gordo y gente de su grupo, personas de las que en algún momento fue amiga, pero a las que no veía hace demasiado tiempo, gente que hablaba pésimo de ella. Era tan extraño todo y más que nada por eso la llamé y acepté juntarnos. Era un mensaje demasiado sorpresivo como para dejarlo pasar. Además estamos hablando de la primera mujer con la que estuve, de la mina que me enamoró y me rompió el corazón.

¿Se han fijado que cuando uno espera algo las horas, los minutos y los segundos pasan con una lentitud casi burlesca? Bueno así me pasé la noche y el día siguiente, esperando el llamado de la abogada para confirmar horario y darle mi dirección. Quedamos que pasaría por mi casa a eso de las 7 de la tarde. Mi mamá no estaba muy contenta pero al final me dio permiso. Antes eso sí, deja paseados a los perros, me dijo. En eso estaba cuando llegó en su auto de siempre, mi corazón dio un salto, se bajó, estacionó, nos dimos un abrazo, un beso en la mejilla, quedamos unos segundos, que parecieron eternos en silencio, para romper el hielo me preguntó sobre los perritos, uno es mío, el Cachupín y el otro de mi prima, pero ella nunca lo saca, se llama Polo… Espérame le dije, los entro y bajo al tiro. Me demoré 30 segundos, encuentro súper falta de respeto eso de hacer esperar a la gente, además estaba tan nerviosa al verla que hice todo más rápido, cartera, chaqueta un pañuelo de bufanda y salí con cara de “aquí no ha pasado nada”, aunque por dentro el corazón a mil.

Es que siempre cuando estoy nerviosa tengo una actitud un poco cortante, me subí al auto, me dijo que iríamos a tomarnos un café al Starbucks del Parque Arauco que quedaba cerca de mi casa, obvio por la hora había un taco del terror, ya ni me acuerdo de qué hablamos, debe haber sido un ¿cómo has estado?, bien y tú, no sé. Hasta que no pude aguantar más y le pregunté ¿por qué me buscaba? Me dijo que era algo que quería conversar tranquila, pero le insistí. Sabes que me carga que me dejen metida y tenemos para rato, además me dijiste que era importante así que dime. Me quedó mirando y dijo, “te amo desde siempre, y llevo 7 años buscándote, porque estoy enamorada de ti”. Quedé pa’ dentro, esa respuesta no me la esperaba. No sabía que decir. Simplemente me quedé muda. Para romper el hielo que se provocó y porque si tiene una cualidad es ser muy buena para entablar conversaciones, me preguntó por mi vida, le conté varias cosas acerca de los últimos años, omitiendo obviamente las aventuras sexuales y minas en general.

Ya sentadas en el café y después de conversar de todo un poco, me preguntó que mina había marcado mi vida. Fuerte pregunta para responder después de tantos años y tras haber estado con suerte 1 hora y media poniéndonos al día. Le dije que la heterosexual (de las que les conté la temporada anterior), era mentira pero jamás le iba a decir que ella fue la única persona a la que he amado, mi orgullo era más poderoso que mis ganas de darle un beso, de tomarla de la mano y no soltarla nunca más. Se mueren su carita cuando le dije eso, esperaba que reconociera que había sido ella, en sus ojos había pura desilusión. Tanto tiempo me buscó, para escuchar esa respuesta, no había dejado la misma huella en mí que yo en ella. Es que ¿saben? Lo pasé pésimo cuando terminamos, ¿valía la pena volver a arriesgarme? ¿Volver a sufrir?

Para cambiar el tema le pregunté por su vida, me contó que hace menos de un año había salido del closet, que su mamá se lo tomó pésimo, le dijo que puertas afuera hiciera lo que quisiera, pero que a ella no le contara de minas, que jamás iba a aceptarle una polola. Eso la tenía triste, traté de tranquilizarla, ya se le va a pasar, es el primer impacto, no te preocupes, le dije.

Me contó también que no estaba con una mujer desde lo nuestro, que había tenido dos pololos tratando de no ser lesbiana, pero que ya no podía mentir más, - uno de ellos era el hombre con que se iba a casar, saque por conclusión, y le pregunté -. ¿De dónde sacaste eso? Me dijo. Me contaron el gordo y tus ex compañeros de universidad. Eso es mentira, me respondió, pololié un año y jamás nos comprometimos. Por la puta, otra vez el gordo mintiéndome, pensé, pero ¿para qué? Si en esa época todos los lazos con la abogada estaban cortados. Preferí cambiar el tema. Necesitaba pensar.


Nos dieron casi las 10 de la noche conversando de la vida, de los años sin vernos, de mis pocas ganas de seguir estudiando en la Universidad y de sus problemas con la mamá. Pero tenía hora límite y ya se había cumplido. Cuando me dejó en mi casa me dijo “me muero de ganas de darte un beso”. “Piano piano va lontano” le respondí.