sábado, 25 de abril de 2015

Un mensaje sorpresivo

No sé si a alguna o alguno de ustedes le ha pasado eso de perder por completo la conexión con el mundo exterior, subirse a la micro y mirar por la venta como el universo sigue avanzando mientras uno está completamente detenido, caminar por las calles y sentir que no avanzas, sentarte, observar a la gente pasar, ver como algunos ríen, conversan mientras otros caminan serios y apurados, siguiendo la máquina, sus rutinas, continuando con sus vidas.  Esa sensación le ha tenido en dos etapas, la primera fue durante el tiempo de limpieza de drogas y alcohol, aumentada exponencialmente desde el momento me que la hermana del gordo me acusó y mi mamá me castigo… La otra se las contaré en la siguiente temporada.

No me arrepiento de haberme salido de ese mundillo tan tóxico en el que estaba metida, fue lo mejor que me pudo pasar, pero no sabía qué hacer con mi vida, estaba completamente desorientada. Me puse a trabajar en el negocio de mi vieja, para hacer algo y para salir de la casa, de mi encierro. Fue una idea que armamos juntas con mi mamá, porque ella por su depresión; que después de 4 años no desaparecía luego de enterarse de que su marido era gay, negoció su salida de la empresa en que trabajaba y le pagaron buena plata. El tema fue que las dos andábamos tan mal emocionalmente que nos fue pésimo con la pyme. Terminamos en la ruina, tuvimos que cerrar el negocio después de casi 1 año intentándolo y nos fuimos a vivir un tiempo con mi abuelita, mi tía y mi prima. Fue terrible, duramos como 3 meses ahí y arrendamos un departamento chiquitito en el centro. Las cosas empezaban a mejorar, pero yo seguía perdida, no sabía si volver a estudiar, ponerme a trabajar, o volverme loca de nuevo con las drogas. Me sentía sola.

Durante ese tiempo apareció una vez el gordo, como si nada hubiera pasado antes, como si esa noche en la que su amiga me atacó y me habló pestes de la abogada nunca hubiera existido. Llegó sin avisar, años que no nos veíamos, y la verdad me dio una lata tremenda que estuviera ahí, ¡qué hipocresía! aparecer después de todo, después de que su hermana me acusó, tiempo en el que ni siquiera me llamó, nada y ahora, estaba ahí sentado en mi living tratando de hacer como si todavía fuéramos amigos. Lo invité a un café y le pregunté qué quería. Nada, verte, conversar, me respondió. - Chuta, podría haberse preocupado antes,  pensé. Pero no le dije nada, sólo hablamos un rato, ya ni siquiera me acuerdo mucho de qué, sólo sé que le dije que lo que me hizo su hermana nunca se lo iba a perdonar, que fue una maldad de picada porque no quise quedarme a carretear con ella, que eso no se llama preocupación, porque si lo hubiera sido, podría haber estado más cerca mío cuando de verdad estaba hundida en las drogas.  Él me miraba con cara de ¿qué culpa tengo yo? Y es verdad, no la tenía, pero estaba picada, siempre pensé que ellos eran mis mejores amigos, como mis hermanos, y me traicionaron una y otra vez. Esa era la sensación y aproveché de vomitarle  todo lo que sentía y pensaba. No estuvo más de una hora en mi casa. Pasaron varios meses sin que volviéramos a hablar.

El problema de estar sólo y tener tiempo libre es que se ocupa para pensar y como decía mí bis abuelo “no piense mijita, no piense, mire que se complica más la vida” y pucha que es verdad. Como cuando me contaron que la abogada se iba a casar, que estaba enamorada de su compañera de universidad, que se fue a cortar las venas en la puerta gritándole su amor y todas esas patrañas, me dediqué a andar más arriba de la pelota que nunca en mi vida, eliminé el tema. Claro hasta que me llegaron la sobriedad y la soledad. Llegó un momento en el que no podía dejar de pensar en el tema, ella daba vueltas día y noche por mi cabeza, era como si algo nos estuviera uniendo. No era amor, no me sentía enamorada, sí habían veces en las que la extrañaba, en las que sus besos me hacían falta, sentarnos a conversar, no sé, fue una etapa difícil de explicar.

Con todo mi mundo patas para arriba y con la necesidad de desahogarme empecé a escribir la que espero algún día sea mi primera novela editada. Habla de amor, sexo, drogas, alcohol, rencor, perdón, soledad, luz y oscuridad. De perdonar y perdonarse, de conocer sin buscarlo al verdadero amor, de dañarlo, perderlo e intentar recuperarlo. De ser lesbiana en una familia cristiana, de misas de domingo, de te prefiero puta que maricona. De aceptación y rechazo. Bueno, de verdad lo que más quiero es que algún día ese proyecto que es como mi guagua, claro un embarazo de más de 7 años, vea la luz.

En fin, dicen que soñar es gratis. Bueno, más arriba les contaba que con el gordo no volvimos a hablar en meses, y así no más fue, hasta que un día, me llama por teléfono con una voz de cahuinero que no se la podía.

- Weona, me dice, a mí y a otras amigas nos acaba de agregar a Facebook la abogada, es que revisa y si te agregó a ti no la aceptes, esa mina está loca y te juro que si vuelves a contactarte con ella yo no te hablo más.
- Ok, le dije, voy a revisar.  
- Ya galla y me llamas a penas te metas, para contarme qué onda, o sea para la mina, qué le pasa, si no nos hemos visto en mil años, obvio que quiere volver a ser mi amiga.
 - Ya, reviso y te llamo, le dije.
Obvio, no estaba ni ahí con responderle, o sea qué se cree venir a amenazarme. Pobre.

Tuve que rogarle un rato a mi mamá para que me dejara meterme a Facebook, le dije que era importante, que el gordo me había pedido que revisara una cosa. Me costó pero logré convencerla. Tenía como 300 notificaciones, como 25 mensajes y varias solicitudes de amistad. No me conectaba hace meses. Entre todas esas estaba la solicitud de la abogada y un mensaje de ella:

“Hola, soy… (la abogada), no sé si te acuerdas de mí. Era amiga del gordo… Necesito hablar urgente contigo, este es mi teléfono por si puedes llamarme o envíame el tuyo”

El corazón a mil, ¿qué quería? Me transpiraban las manos, corrí donde mi mamá, le pedí su celular. La llamé…
- Hola, soy la Anto. Me dejaste un mensaje en Facebook.
- Hola, sí, necesito hablar contigo, decirte algo importante.
- Ok, dime.
- No, por teléfono no puede ser. Nos podemos juntar?
- Ok, cuándo?
- Mañana puede ser?
Ya era de noche. Quedamos de salir al día siguiente a tomarnos un café.


FIN DE LA PRIMERA TEMPORADA

viernes, 17 de abril de 2015

Una traición que nunca le voy a perdonar.

Antes de contarles cómo fueron esos meses de encierro y auto rehabilitación voy a retroceder un poco en el tiempo. ¿Se acuerdan que les comenté que con el gordo nos estábamos viendo de vez en cuando? Bueno, la cosa es que dentro de esos encuentros una noche llegué del bar, como a las 3 de la mañana, a su casa, tenía el tremendo carrete, con amigos de él y de sus hermanas, compañeros del colegio y de las distintas Universidades, la casa estaba llena desde el living comedor hasta las piezas, era un caos, parecía carrete gringo. Yo me paseaba con mi piscolita en la mano de un grupo a otro, media arriba de la pelota y bien puesta; es que antes de salir del bar me había tirado un par de rayitas.

En esa andaba cuando llegué hasta el grupo donde estaban el gordo y sus compañeras de universidad, todos ellos en una época fueron amigos de la abogada. La cosa es que de la nada me empiezan a webiar, que me la sacara de la cabeza, que me buscara otra mina, que no me quería y nunca me había querido, no paraban de transmitir estupideces, aunque les pedí varias veces que cambiaran el tema… Hasta que una mina, me empieza a decir: "mira déjate de pensar en ella, la loca está enamorada de mí, de hecho hace un par de años se cortó las venas en la entrada de la U gritando que me amaba". Yo estaba pálida, tanto así que me dieron ganas de vomitar. Traté de irme, pero no me dejaban. Me agarraban del brazo, escucha, me decía la mina, "tu ex está tan loca que antes de declararme su amor estaba pololeando con un weón y se comprometieron. La mina se va a casar pero es una fleta encubierta y tú fuiste su experimento, para cachar si de verdad le gustaban las minas, pero olvídate, jamás se hubiera fijado de verdad en ti porque está enamorada de mí". No podía creer esa historia, pero todo el grupo me aseguraba que era verdad. Terminé acostada en la cama de la hermana del gordo, con todo dando vueltas a mí al rededor y aguantando las ganas de vomitar.

Como si todo eso fuera poco, la mina me siguió hasta allá, no paraba con el weveito, levántate drogadicta, me gritaba mientras se reía. A penas podía pararme, pero lo hice sin decirle nada, es que la loca tenía una pinta de matona que no se la podía y yo como no me caracterizo por mi altura, preferí quedarme callada. Salí de la casa del gordo y nunca más volví.

Esta vez no estuve tres días llorando, me metí más en el carrete y la cocaína. Era la mejor forma de apagar mi cerebro, odiaba al gordo, odiaba a sus amigas y odiaba a la abogada. ¿Cómo fui tan tonta? ¿Cómo me dejé engañar de esa manera? ¿Será verdad lo que me dijeron? Lo peor es que ella siempre estaba en mis pensamientos. Mientras que yo había sido sólo un juego entretenido. Fin de la historia, me juré a seguir con mi vida.

Así fui conociendo a cada una de las chicas de las que les he hablado durante los últimos capítulos, desencantada del amor, traicionada y con pocas intenciones de hacer una vida en pareja. Hasta qué conocí a la chiquilla hetero, ella si me gustó, me confundió, no lo pasé mal tampoco, y le estoy eternamente agradecida. Gracias a ella y sus palabras decidí dejarlo todo, dar un vuelco a mi vida y alejarme de las drogas y el exceso de copete.


Nunca le conté las verdaderas razones a mi mamá de mi regreso a casa, otra desilusión era como mucho, pero igual se enteró. Es que varios meses después; - volví en febrero y lo que les voy a contar pasó en noviembre -, estábamos celebrando mi cumpleaños con la hermana del gordo y mis compañeros de colegio en mi casa, tipo 12 me invitaron a bailar a una disco que quedaba en Las Condes, había una fila eterna y en eso me llaman mis amigos del bar para que fuera a celebrar con ellos, cometí el error de decirles que sí, es que la verdad me dio lata pasar mi noche cumpleañera haciendo cola para entrar a un lugar y más encima hetero, o sea a nadie. La cosa es que mis amigos se picaron y la hermana del gordo al día siguiente fue a hablar con mi mamá. Le dijo que yo era drogadicta (jamás le contó que hace ya más de 8 meses que no consumía nada) mi vieja casi se muere de un infarto. Desde ese día hasta Julio me dejó encerrada en la casa, me quitó incluso el celular. Fue en ese momento en que la amistad murió. Nunca más le hablé para mí fue una traición que nunca le voy a perdonar.

miércoles, 15 de abril de 2015

10 meses encerrada, sin siquiera salir de la casa.

Después de ese episodio pasé las penas con más carrete, el tema pasó de tirarme unas líneas en la noche, mientras trabajaba a comprar para andar dura todo el día. Me estaba borrando, haciendo una auto eliminación.  Un fin de semana, mi compañera de departamento tenía que viajar a Valparaíso con sus amigos, así que pidió permiso en el bar. Yo trabajé ese sábado en la noche y la idea era viajar a las 7 de la mañana del domingo en el primer bus que saliera a Valpo, por lo que en vez de irme a dormir después de la pega me fui a carretear con un grupo de clientes.

No me pregunten a dónde fui ni como sobreviví esa noche, lo único que sé es que nunca había visto tanta droga junta, de verdad fue la noche más loca y excesiva de mi vida. Ni siquiera me acuerdo cómo tomé el bus para llegar a Valpo, lo único que sé es que cuando entré a la casa de mi compañera de depa, me llevó a su pieza y me dijo que me acostara a dormir para que estuviera viva para la noche. Debo haber llegado tipo 11 de la mañana y dormí hasta como las 7 de la tarde cuando la periodista me fue a despertar con un pan con queso un té y súper enojada. Me dijo, come dúchate porque estás pasada a copete, vístete y salgamos a caminar, necesito conversar contigo. Le hice caso calladita.

Fuimos a un mirador, nos sentamos a ver la puesta de sol, me tomó de la mano, empezó a hacerme cariño en la cara, miró para todos lados y me dio un beso suave en los labios. Quedé pálida. ¿Qué onda? Le pregunté. Ella me respondió: mira es verdad que el hecho de que tú seas mujer me complica, también es verdad que si fueras hombre yo podría pololear contigo, pero lo que no te dije, porque no sabía cómo enfrentarlo, es que yo jamás podría estar con una persona que se está hundiendo. Y te lo digo como amiga, continuó, yo te adoro y no puedo quedarme callada siendo testigo de cómo tú destruyes tu vida. Caíste bajo y no puedes seguir así. Esa, es la mayor razón por la cual yo jamás me la jugaría por tener una relación contigo. Me quedé muda, mirándola, escuchándola, no sabía qué contestar. Al rato, le pedí que me mirara a los ojos y le prometí que no volvería a consumir drogas. Ella me respondió: hazlo por ti. No por mí.

Esa noche fue súper emotiva, se cumplían cuatro años de la muerte del papá de mi compañera de departamento y organizó una ceremonia súper bonita con su familia y amigos más cercanos. Por eso estábamos todos en Valparaíso. Lloramos y nos reímos, fue mágico y de verdad sentí las fuerzas para dejar las drogas y alejarme de todo eso que parece que de verdad me estaba haciendo más mal de lo que me daba cuenta.

El martes ya estábamos de vuelta en Santiago y preparándonos para ir a trabajar, tenía un dolor de guata que apenas podía aguantar, estaba angustiada y me dolía la cabeza, todo porque durante el fin de semana en Valpo, me repetía una y otra vez que nunca más iba a jala. Quería auto convencerme de que podía hacerlo.

Llegamos al bar, de una me ofrecieron tirarme un par de líneas para levantar el ánimo, dije que no y me mantuve firme a pesar de que veía como corrían la coca por todos lados, hasta que tipo dos de la mañana el dolor de guata se transformó en un ataque de colon insoportable, terminé doblada en el piso de la cocina sin poder pararme. Hablé con mi jefa y con mi compañera de departamento. Les expliqué que me tenía que ir donde mi mamá para nunca más volver. Las dos se enojaron, es que no me porté bien con ellas, pero lamentablemente era lo que tenía que hacer, lo dejé todo botado, trabajo, departamento y amigos, para nunca más volver.


Mi compañera y su mamá se encargaron de devolver el departamento, les dejé el pago del último mes y todas mis cosas, tenía que desaparecer de ahí para poder limpiarme y terminar para siempre con el cuento de las drogas y el exceso de copete. Esa noche llegué a mi casa de madrugada, le dije a mi mamá que estaba enferma y que quería volver a vivir con ella. Me recibió con los brazos abiertos y me pasé, sin contarle las verdaderas razones 10 meses encerrada, sin siquiera salir de la casa.


lunes, 13 de abril de 2015

Jugando a ser gay.

Mi compañera de departamento, que era buena para el copete pero harto más sana que yo, no consumía ningún tipo de sustancias químicas, se juntaba harto con sus amigos del colegio, y entre ellos apreció la periodista, una mina heterosexual que me gustó desde que la vi. Tenía mucha onda, era simpática, divertida, nos caímos increíble desde que nos vimos y yo la verdad lo único que quería era comérmela, pero mi “moral” entre comillas, no me lo permitía. Bueno, la verdad me daba lata intentar algo que era prácticamente imposible, pero les juro que sentía que teníamos mucha onda. Habían noches en las que ella nos iba a ver al bar y después pasábamos el carrete a mi departamento y nos quedábamos toda la noche conversando, de que había química, la había, eso era innegable.

Bueno, la cosa es que llegó un momento en que estaba que cortaba las huinchas por agarrármela, pero todos me decían que no fuera mala, que no lo hiciera. Hasta que una noche, estaba con una de mis mejores amigas de la vida comiendo en la casa del gordo. ¡Sí! Entre medio reapareció tímidamente el gordo en mi vida, pero nos veíamos tarde, mal y nunca, así que todavía no es tema. La cosa es que de repente me llama mi compañera de departamento para avisarme que estaban carreteando con sus amigos ahí por si quería unirme más tarde. Comimos, conversamos un rato y le pedí a mi amiga que me fuera a dejar a mi casa. En el auto le conté que me quería comer a esta mina, me dijo que no, que por favor no lo hiciera, que iba a puro cagarle la cabeza (me tenía tanta fe mi amiga). La cosa es que logró convencerme. Ok, no voy a hacer nada, le dije.

El tema es que llegué al departamento y estaban todos medios pasaditos de copas, me senté en un sillón y la periodista se me sentó al lado. Empezó a hablarme bien de cerca, me hacía cariño en la pierna, me tomaba la mano, me estaba todo lo que es joteando. No lo podía creer, en una me paro al baño, a hacer pipí y ésta loca entra detrás de mí. Yo figuraba sentada en el wáter y ella se inca en el suelo y me manda el tremendo beso. Terminamos tirando encima de la lavadora. Hasta sexo oral me hizo. Quedé pa’ dentro, o sea la mina seca y se suponía que era primera vez que estaba con una mujer. Afuera los chiquillos empezaron a cachar que nos estábamos demorando mucho y tenían el griterío, agarrándonos para el weveo con cuática. Salimos del baño muertas de la risa y obvio haciéndonos las tontas.

La mina me gustó y harto, pero les juró que no tenía idea para donde iba la micro con ella, es que no hubo beso de despedida, ni llamado al otro día, pero durante un tiempo largo cada vez que nos veíamos agarrábamos, pero en un baño, en la cocina del bar, cero romanticismo de por medio. Como que por un momento llegué a sentir que me había salido el tiro por la culata. En buen chileno fui por lana y salí trasquilada. Se suponía que era yo la que no podía hacerla sufrir, era yo la lesbiana que estaba dando vuelta a una mina heterosexual. No entendía nada.

Un día ya estaba tan colapsada con el tema que la llamé y la invité a tomarnos un helado, en la tarde, para conversar. Necesitaba preguntarle ¿qué onda? Ahí la mina me la puso corta y clara, si fueras hombre estaría completamente enamorada de ti, pero eres mujer, no puede pasar nada más entre nosotras.

Eres mujer, no puede pasar nada más entre nosotras, doloroso, pero ok, es tu decisión. No puedo hacerme una operación de cambio de sexo para que quieras se mi polola, así que chao, de verdad no va a pasar nada más, ni un beso, ni nada. Quedamos súper en buena onda, comprensible, la mina, según ella, era heterosexual y está bien, cada uno tiene sus procesos y yo no soy nadie para apurarlos, pero tampoco podía exponer mi corazoncito a que la mina siguiera jugando a ser gay.


viernes, 10 de abril de 2015

Entre drogas, sexo y Rock and Roll.

Es extraño, pero al escribir los capítulos de esta etapa tan bizarra de mi vida como que me vienen maripositas en la guata, una suerte de angustia y ansiedad súper difíciles de explicar… Es que en poco tiempo pasaron tantas cosas que me cuesta organizar las ideas y los tiempos…

Bueno, para ser bien honesta con ustedes fue una etapa oscura, con el paso de los meses me empecé a meter cada vez más profundamente en la cocaína y el copete, me dejaron de importar mi mamá, hermanos y familia en general, mi vida se convirtió en un eterno carrete, el único día en el que no estaba arriba de la pelota era el domingo, que lo ocupaba para deprimirme, estar a oscuras en la pieza y dormir lo más que pudiera, ahí empezaron los conflictos con mi compañera de departamento, que no concebía un fomingo y se dedicaba a organizar carretes y asados con amigos, yo al principio enganchaba, pero a medida que fui metiéndome más en el mundillo del carrete, fui necesitando con más fuerza mi espacio personal, mis domingos en silencio y soledad. De hecho una vez me dio tanta rabia porque tenían el griterío que salí de la pieza en pijama y los eché a todos a gritos para fuera del departamento, incluida a mi compañera. Al otro día llegó con dos completos del Doggis que quedaba cerca para pedirme disculpas por el ruido.

La verdad andaba insoportable, ni yo me aguantaba, es que lo único que me subía el ánimo era llegar al bar, tirarme un par de líneas, tomarme un copete y ponerme a garzonear. No todos se daban cuenta que andaba arriba de la pelota y varias veces pude pinchotear con minas bien ricas, las lesbianas ABC1 de las que les contaba en el capítulo anterior. El problema es que no pasaba de un pinchoteo, de echo me acuerdo una vez que una mina demasiado guapa, - que era azafata-, me invitó al cine, fuimos a ver La sagrada familia, y yo estaba tan carreteada que me quedé dormida viendo la película y la pobre loca alucinada, le encantó, obvio fui una lata, no pudimos comentar nada y como que se enojó, es más: nunca más me pescó. Y yo iba con toda la esperanza de agarrármela y empezar a salir con ella. Fail.

Así fueron pasando por mi cuerpo varias chiquillas deliciosas. Con la mayoría era una cachita loca por la noche y después nos convertíamos en buenas amigas, lógico de carrete, es que de verdad las minas sanas no me pescaban ni en bajada, porque al principio no se daban cuenta pero rapidito cachaban que andaba entera dura por la vida y lógico les cargaba el cuentito de la maldita cocaína. Bueno, hoy en día yo también evitaría a una mina jalera.


Como andaba caminando por la vida con la cabeza en cualquier parte no se me ocurrió mejor idea que agarrarme al barman del bar, trabajaba con mi compañera de departamento, era súper lógico todo en ese lugar, dos en la barra y yo sola garzoneando, pero en fin, ese es tema aparte. La cosa es que empecé a pescarme a este weón de puro pasada que andaba, además el tipo era tan jalero que ni se le paraba, lo cual la verdad para mí era súper cómodo, el tema es que el weón era tan pasado que sabiendo que yo era lesbiana igual estaba conmigo pero se ponía celoso de toda mina que me hablara o se me acercara, complicado pensando que trabajaba de garzona en un bar gay friendly, salimos como dos semanas porque una vez estaba en la cocina conversando con una mina y este tipo se volvió loco, la echó cagando del bar y a mí me trató de pegar, de echo me tiró un combo y alcancé a cerrar la puerta de la cocina. Por una milésima de segundo no me dejó un ojo morado y por la misma milésima le atrapé la mano con la puerta y casi se la quebró. Al final la dueña del bar lo terminó despidiendo por violento y jugoso. Al tiempo después apareció haciendo escándalo y tuvimos que sacarlo a patadas. Todo una finura. Así pasé varios años, entre drogas, sexo y Rock and Roll.

miércoles, 8 de abril de 2015

Caliente pero nunca tanto.

Yo creo que en esto la mayoría de ustedes va a coincidir conmigo: cuando la mamá o los papás se enteran y aceptan que uno es gay, la vida se relaja, como que uno se saca un peso gigante de encima. Para mí por lo menos, nada mejor que la verdad para enfrentar la vida, o sea, después de que mi vieja se enteró, hizo la pataleta y después me llamó para pedirme disculpas y decirme que me amaba tal cual era, sentí la fuerza como para enfrentar a cualquiera y poder contarle a mis amigos de la Universidad. Todo se volvió más fácil en mi vida.

Pero obvio como les he contado un millón de veces, mi bipolaridad no podía permitir que las cosas se calmaran, es que tenía una necesidad enfermiza de vivir experiencias extremas. Por un lado me hice partner de un grupo de chiquillas de quinto año, una de ella era enferma de lesbiana, y por el otro me empecé a juntar con un compañero de curso (como había congelado estaba en tercer año pero debía estar terminando la carrera), con este amigo llegué a un bar, al que le voy a decir el bar. Ahí conocí el ambiente de las lesbianas ABC1, todas minas ricas, buenas para el copete y las drogas. Varias bien adentro del closet y otras súper abiertas con el tema.

Rapidito me olvidé de la agrónoma, seguíamos entre andando y pololeando, pero la dejé de pescar a ella y al grupo y terminó pateándome, la verdad no me importó mucho porque estaba como embelesada con el ambiente del bar, ahí por primera vez probé la cocaína y se me abrió un mundo totalmente desconocido, lleno de colores, carrete, baile, luces, de estar despierta por más horas de las que mi cuerpo nunca había soportado, de tener sexo y no acordarme al otro día, un mundo en el que empecé a llegar a las dos de la tarde del otro día a mi casa, un mundo de depresión, oscuridad, ganas de llorar, mal carácter y peleas con mi mamá. Me descontrolé completamente.

Terminé tomando la decisión más tonta de mi vida y que duró un poco más de un año, me fui a vivir sola, empecé a trabajar en el bar, me eché un ramo en la U y como estaba becada tuve que congelar otra vez. Cuando me fui, mi mamá trato de convencerme de que me quedara en la casa, pero por mi negativa me dijo que bueno, que hiciera lo que quisiera pero que no me iba a ayudar en nada. O sea al nivel de que estuve comiendo papas al microonda como 1 año. Alimentándome de las sobras de la noche en el bar de copete y cocaína. Como mucha plata no ganaba garzoneando en un bar de bellavista, arrendamos un departamento a medias con la BarWoman del lugar, que también era lesbiana, pero súper gay, se vestía con ropa de hombre, usaba perfumes de hombre, con cero maquillaje obviamente, pero les juro que tenía años luz más suerte que yo con las mujeres, le llovían las minas ricas, todas querían con ella, incluso las heterosexuales, era heavy su arrastre, como que la envidiaba un poco  la verdad, entre nosotras nunca pasó nada porque éramos amigos, dos niñitos que se reían de las mismas cosas, se entretenían guitarreando y cantando Fito Paez los domingos en la tarde. Aunque más de alguna pololilla momentánea de la compañera se anduvo poniendo  celosa de nuestra relación.

Bueno, sigamos, ¿les digo la verdad? no me arrepiento de haber conocido ese mundillo, de drogas, sexo y alcohol, porque de él tomé varias experiencias que me ayudaron a crecer y aprender, de echo mi primera novela (que está casi terminada) habla de ese mundo, algún día espero que vea la luz. En fin, tampoco puedo decir que lo pasé mal.

Por ejemplo, una vez se me ocurrió recoger un perrito de la calle, era cachorro y me dio pena, el tema es que no pensé que era tan guagua que había que entrenarlo para que aprendiera a ir al baño, yo ya tenía uno que se portaba regio, lo sacaba a pasear 3 veces al día y jamás hizo pipí o caca en el departamento, y como estaba todo el día con ellos regaloneando, no pensé que el nuevo integrante de la familia fuera a dar problemas. Pero me equivoqué. Una noche, después de la pega, con mi compañera de departamento nos llevamos dos minas que durante varios días habíamos estado joteando. Nos sentíamos winner, todas unas galanas, el problema es que llegamos al depa y estaba todo cagadooooo, onda la entrada, el pasillo, el living, todoooo. No lo podíamos creer, si el cachorro no había estado más de 6 horas solo. Terrible, que vergüenza, las minas tenían cara de espanto, pucha es que si yo llego a la casa de una mina, con la intención de tirar y me encuentro con ese panorama, o sea ¿cada cuánto se baña esta loca? Ese sería mi primer pensamiento. Bueno, pensé que las chiquillas se iban a ir al toque, pero para mi suerte, la mía parece que era menos pudorosa  porque esa noche me saltó la liebre y con cuática. Claro al otro día fue un me visto y me voy… Después la vi un par de veces, salimos a carretear, pero nunca más fue a mi departamento. Obvio, la mina era caliente pero nunca tanto…

P.D: Por el perrito no se preocupen porque logramos darlo en adopción a una familia que tuvo el tiempo para criarlo y enseñarlo, así que ahora es feliz.


lunes, 6 de abril de 2015

Empezar a salir del maldito closet.

La verdad no me tomé mucho tiempo para pensar, deben haber sido tan sólo un par de días, es que de verdad tenía súper claro que enamorarme de un hombre o que siquiera me llegara a gustar era prácticamente imposible. Si, a ver, ya me había comido como a 5 minas y a varios chiquillos y años luz más rico estar con mujeres. Y bueno, sin contar que la única vez que me enamoré fue de una mujer: la abogada, un fantasma que durante años siguió dando vueltas en mi cabeza. Así que nada que hacer, mejor entregarme a mi realidad y hacer todo lo posible porque mi mamá no se entere. Vivir un tiempo largo adentro del closet, tranquilita y sin molestar a nadie.

La historia ya va por el 2005, año en que estaban dando la serie The L Word, y las que la vieron me comprenderán que con ese nivel de historias y de minas ricas una se pone más lela… Na’ que hacer… Llamé a la agrónoma y le dije que nos juntáramos para conversar y ver si ella todavía quería tener algo conmigo. Obvio dijo que sí, sino ni siquiera les contaría de su existencia. Todo viento en popa con  mi nuevo amorsh, la mina era divertida, simpática, lo pasábamos la raja juntas, veíamos películas tomándonos un vinito, teníamos harto sexo y nos juntábamos súper seguido con los amigos, - incluido el odontólogo-, que ya estaba de lo más asumido que conmigo no tenía oportunidad. Pero, porque siempre hay un pero, ese año entré de nuevo a la Universidad y no quería que nadie supiera que era gay, así que no se me ocurrió nada mejor que pedirle al odontólogo que me hiciera de pantalla y que me fuera a buscar un par de veces después de clases. La agrónoma armó la grande, se picó tanto que terminó conmigo, “yo no puedo andar con minas tan complicadas”, me dijo. “O sea, es demasiado el enredo que estás armando, si sabes que tú a él le gustas”. Pucha la mina no dejaba de tener razón, pero yo necesitaba a alguien que me ayudara a cerrar el closet por fuera.

Y bueno, el plan se llevó a cabo con la agrónoma enojada y todo, en algún momento se le pasaría la rabia. Llevé incluso a la casa a mi falso pololo. Pero, pasaba y pasaba el tiempo y a la chiquilla no se le pasaba el enojo. La llamaba y me cortaba, iba a su casa y no me recibía, cuando salíamos todo el grupo a carretear ella no iba, todo mal. Así que como a las dos semanas decidí terminar mi pololeo falso y tratar de arreglar las cosas con ella. Una noche, después de salir a bailar, estábamos como a las 4 de la mañana conversando en la cocina de mi casa con Dieguito, hablábamos de la agrónoma y no me acuerdo bien por qué salieron a colación algunas de mis ex. Estábamos cagados de la risa porque la abogada, la amiga de la pendeja y la agrónoma tienen el mismo nombre… ¿Cómo tan mala suerte o qué onda el destino que me gusten tres minas que se llaman igual? Le decía, mientras repetía sus nombres. En esa entra mi mamá enfurecida, gritándome como una loca: “Me mentiste, mentirosa, ¿Por qué si te pregunté antes no me dijiste la verdad?” no me dejaba explicarle que era simplemente porque no quería hacerla sufrir más después de lo de mi padrastro. Cuando terminó de gritar se quedó callada un minuto y me dijo que tenía que irme de la casa, que no quería ese ejemplo para mis hermanos. Ah, bueno, antes había echado con viento fresco a Diego. En fin, le respondí solamente OK, y le dije que en la mañana me iría.


Al día siguiente llegué a la U con una caña del infierno, triste, con ganas de llorar, pensando a dónde me iba a ir a vivir y sin nadie con quien hablar. Nadie a quien contarle todo lo que me estaba pasando. En ese momento sentí por primera vez de verdad la necesidad de salir del closet, de que todos mis amigos supieran que soy gay, de poder contarle mis cosas. Mis penas, mis alegrías, mis amores y desamores. En eso pensaba mientras me tomaba un café en el patio haciendo como que escuchaba a mis compañeros hablar, cuando suena mi celular. Era mi mamá, me dijo que la disculpara, que ella me amaba y que aunque me gustaran las gallinas, siempre iba a estar conmigo para apoyarme y acompañarme. Cuando llegué a mi casa conversamos por primera vez de todo, le conté todo lo que pasó con la abogada, con las otras niñas y lo que estaba viviendo con la agrónoma, que seguía enojada por mi pololeo de mentira con el odontólogo. Fue la primera conversación honesta que ya hace por lo menos 5 años tenía con mi mamá. Me sentía libre para poder vivir mi sexualidad y jugármela por la agrónoma o por cualquier otra mujer con la que quisiera estar. Ahora sí, podía empezar a salir del maldito closet.

miércoles, 1 de abril de 2015

Un tiempo para pensar, algunos días sólo para mí.

Bueno, les contaba que Dieguito estaba pololeando con un chiquillo y que los dos estaban muy pero muy adentro del closet, la cosa es que estaban tan perseguidos que al final optaron por terminar, es que de verdad era mucho el rollo y sus familias eran cuáticas a nivel extremo, sobretodo la del pololo. Yo seguí siendo amiga de los dos es que el grupo estaba armado y de verdad lo pasábamos la raja, a tal nivel que ellos a pesar de que terminaron siguieron juntándose a carretear. Éramos súper pernos, nuestras juntas se hacían en una casa, veíamos películas de terror, conversábamos, onda muy geek.

Igual vivíamos todos cerca y yo me iba por lo general caminando a mi casa en la noche después de juntarnos, me acuerdo que una vez vimos esa película matanza de Texas; algo así era el nombre, y después me fui solita a mi casa como a las 3 de la mañana, es que les juro que no podía tener más miedo, ya veía que en cualquier esquina me aparecía un weón enmascarado con una cierra a descuartizarme, o sea me fui caminando como 8 cuadras planeando la forma de escapar de mi asesino inminente. A ese nivel de perna era.

En fin, lo pava se me pasó poco tiempo después y me fui para el otro lado. Me convertí en una rockera empedernida, que odiaba el amor y buena para el copete, pero esa, es una historia que viene más adelante. Ahora sigamos con mi etapa de niña buena y tranquilita en búsqueda de la mujer de mi vida, o del hombre.

El ahora ex pololo de Dieguito tenía una amiga que estudiaba agronomía, no era la media mina, pero tampoco fea, es que igual después de la pendex y su amiga; a las que no vi más, la vara en cuanto al físico me quedó súper alta. Tema que de verdad nunca me ha importado mucho, la idea es pasarlo bien, tener temas en común, reírse harto y lógico que el sexo sea entretenido. Y ahí estaba la agrónoma cumpliendo todos esos requisitos. Pero en paralelo estaba el odontólogo, un chiquillo guapo, amoroso, buen amigo y súper buena persona. A ese grupo yo entré como lela confundida, o sea a él nunca le escondí nada y así todo le empecé a gustar. Me invitó a salir varias veces, hasta que un día dije ¿por qué no? Probemos. Honestamente lo pasé bien en la cita y el cabro me atraía, pero también me gustaba su amiga agrónoma. Feroz embrollo Dior mío…

Pero les recuerdo que en esa etapa andaba ultra urgida y asustada por lo que había pasado con mi padrastro y lo único que quería era ser una mina heterosexual, así que decidí darme una oportunidad con el odontólogo, total no tenía mucho que perder y era el candidato perfecto para enamorarme y hacerme olvidar la etapa lésbica de mi vida, o por lo menos convertirla en una buena anécdota para contar.

Igual la agrónoma y yo habías tenido un par de encuentros cercanos del tercer tipo, pero pocas veces y con un poco de copete encima, nada serio ni comprometedor, pero igual quería hacer las cosas bien, así que le conté lo que había pasado al odontólogo y él mismo me pidió que conversara con ella y le dijera que nosotros íbamos a intentar empezar una relación. De la casa del odontólogo me fui directo a la de la agrónoma para contarle todo y decirle que no podía volver a pasar nada entre las dos.

Cuando llegué la mina me estaba esperando con una botella de vino para amenizar la conversación –algo le había adelantado por teléfono, además ella sabía que con su amigo teníamos onda-, bueno la cosa es que le conté todo, lo de mi padrastro, el miedo que me daba hacer sufrir a mi vieja y las ganas de empezar una relación heterosexual. Me dijo que encontraba feo que utilizara a su amigo para eso, pero que ella no tenía nada que hacer si él estaba de acuerdo y quería arriesgarse a estar conmigo, que ella no se metería en nada y me dejaría hacer lo que yo pensaba era mejor para mí.

Estábamos sentadas en un sillón, ella vivía sola, me dio un discurso largo, como de 15 minutos sobre su opinión del tema, me dijo que le gustaba pero que no me podía obligar a estar con ella, de repente un silencio eterno, al principio incómoda, no sabíamos que más decir, luego me empezó una sensación de mariposas en la guata terrible, quería darle un beso. Me puse de pie, le dije que me tenía que ir, me agarró del brazo, pero empujó al sillón y me dio un tremendo beso. Terminamos tirando en la alfombra, fue uno de esos momentos de pura pasión. Estuvimos juntas toda la noche mi celular sonó varias veces, sabía que era él, no quise contestar. Cuando terminamos me llené de culpa. No alcancé a estar una hora siendo heterosexual y más encima hice lo que tanto le critiqué a mi padrastro. En la mañana me desperté angustiada. Me vestí calladita, llamé al odontólogo y me fui a su casa para contarle todo. Para mi sorpresa me dijo que igual lo quería intentar. Pero yo sabía que estaba cagada, imposible sentir alguna vez por un hombre las cosas que me pasaban con las mujeres. Le pedí perdón, le dije que no podía estar con él. Que fuéramos amigos. Salí de su casa con un nudo en la garganta, llamé a la agrónoma y le pedí que me diera un tiempo para pensar, algunos días sólo para mí.