lunes, 29 de junio de 2015

No quiero ni puedo sufrir más

18 de febrero del 2009, dos meses de pololeo y la relación totalmente quebrada. Ya habían pasado dos semanas desde el regreso de la abogada a Santiago. No quería verla a pesar de sus insistentes y repetitivos llamados telefónicos. Estaba decidida a darle un punto final a la relación.

Eran cerca de las 10 de la noche cuando suena el timbre de mi departamento. Era ella, decidida a obligarme a escucharla, no iba a aceptar un no por respuesta. Golpeaba, tocaba el timbre, repetía mi nombre una y otra vez. Toda mi familia estaba en casa, pero no le importó. Déjame entrar, conversemos, te amo, esto se puede solucionar, sé que estamos hechas para estar juntas, no me voy a ir sin que hablemos, aunque tenga que pasar la noche aquí afuera. Todo en mi interior decía déjala, si quiere quedarse a vivir en el pasillo de tu edificio que lo haga, en algún momento se va a aburrir de buscarte. No le abras.

A esas alturas tenía más pena que rabia, no podía aceptarla nuevamente en mi vida, ese orgullo que siempre me caracterizó debía serme útil en ese momento, hacerme respetar, no volver a perdonar. ¿Para qué hacerlo? Si ya me lo había llorado todo, ya lo peor había pasado. Ahora sólo faltaba que el tiempo terminara de sanar las heridas, igual que la primera vez, cuando después de que dijo que no me amaba y nunca lo había hecho decidí eliminarla para siempre de mi vida y mis pensamientos, aceptar el dolor y continuar. Nuevamente cerca de 7 años después la historia se repetía. Nuevamente, tendría que aprender a convivir con el dolor de perderla, ahora también con la necesidad de su piel, de su cuerpo entrelazado al mío, de esa fusión perfecta que habíamos conseguido.

Todos esos pensamientos y muchos más que ya ni recuerdo pasaban por mi cabeza, mientras mi corazón en voz baja repetía que la dejara entrar, que nos diera una nueva oportunidad, que el amor no se deja ir así como así, que el orgullo no lleva a ninguna parte más que a repetir el dolor, a vivir con la eterna pregunta del ¿qué hubiera sido si la hubiera perdonado?

Le abrí la puerta, no necesitaba escuchar palabras, sus ojos me pedían disculpas, con su miraba supe que me amaba tanto como yo a ella. Me pidió que saliéramos, que fuéramos a tomarnos un trago para conversar, acepté la invitación.

La rabia desapareció al verla, también el dolor… Sin embargo las dudas y los miedos comenzaban a apoderarse de mí.

-          ¿Esto es una venganza?, ¿Por eso me buscaste? Le pregunté. Me miró sorprendida.
-          ¿Por qué querría vengarme de ti? Yo te amo, sólo soy una estúpida, inmadura y cobarde, pero te amo.
-          Yo también, pero no quiero ni puedo sufrir más. Me has hecho demasiado daño.
-          Te juro, que nunca más te voy a ser infiel. Perdóname, quiero estar contigo el resto de mi vida. Me dijo.
-          Ok, pero esta es la última oportunidad que nos damos. Si las segundas partes no son buenas, menos las terceras y cuartas. Le respondí.

Otra vez la había perdonado. No me sentía capaz de alejarme de ella. De dejarla ir. Aunque por primera vez sentía que el miedo me estaba congelando por dentro. Pero como siempre me tiré de cabeza a la piscina, a jugármela por la mujer que pensaba era el amor de mi vida, mi alma gemela.
Pasamos varios meses increíbles, de harto carrete, juntas con sus primas, noches eternas conversando, tomando y quedándonos a dormir en alguna casa que nos recibiera, todo para estar juntas. De esos tiempos en que no nos veíamos pasamos a una etapa de ser inseparables. Claro, yo trabajaba de garzona en un bar del barrio alto de Santiago y estudiaba en la Universidad, por lo que pasaba agotada, pero con la juventud entre las manos me hacía el tiempo para vivir mi relación.

Más de alguna vez los fantasmas de las infidelidades volvieron mezclados con varias copas extra, me acuerdo una noche que estábamos en el departamento de su prima y empezaron a hablar de la amiga con la que la abogada me fue infiel, claro porque era ultra secreto, su prima no tenía ni la menor idea de lo que pasó entre ellas. O sea, le hubiera dado un infarto, por eso habló con toda la tranquilidad del mundo de su amiga, y aunque yo intenté mantener la calma, me bajó un ataque de ira tremendo, agarré todas mis cosas tipo 5 de la mañana y me fui caminando por las calles a mi casa, la abogada salió corriendo a pie pelado detrás de mí, un nivel de locura extremo. Le gritaba en la calle, la prima no entendía nada, todo mal. Después de cerca de una hora persiguiéndome logró llevarme de vuelta al departamento. Al día siguiente me quería enterrar viva de la vergüenza, o sea no me atrevía a mirar a nadie a la cara. Todo un bochorno.

En fin de esas pataletas me bajaron un par, lo que si me afectó fue en la parte sexual. Pasaba periodos en los que no quería ni que me tocara, me acordaba de la infidelidad, de la amiga de su prima, del tipo y me venía una mezcla de rabia y pena. Eso duró un buen tiempo. Pero seguimos juntas, solucionando los problemas, o por lo menos intentándolo.


Así el 2009 transcurrió entre miedos a una nueva infidelidad, la espera paciente de que la abogada por fin se atreviera a hablar con su mamá y contarle de mi existencia, mis ataques de ira y carretes varios, claro sólo con alcohol, las drogas hace tiempo ya que estaban fuera de mi sistema. Hasta que llegó el día “D” y no de por fin decirle la verdad a su mamá. Noooo el día en que conocí a la famosa amiga de la prima. La mujer que pololeando con un hombre y todo quería tener una relación con mi abogada. Esa historia la dejaré para el próximo capítulo. 

viernes, 26 de junio de 2015

Mejor una colorada que cien amarillas

Les juro que por mucho tiempo me pregunté si a la abogada le faltaban neuronas, era muy cobarde o tenía planeada una muy linda venganza por todo lo que pasó cuando terminamos 7 años atrás, pero les juro, que lo que les voy a contar ahora ya parece un chiste cruel, me acuerdo y me da rabia aunque han pasado 6 años. En fin, procedo a contarles la historia.

En el capítulo anterior les decía que la abogada se fue de vacaciones al norte todo lo que es in love, por primera vez desde que nos conocimos ese 2001, o sea cerca de 8 años atrás, habíamos logrado conectarnos, comenzar una relación de pareja lo más cercana a la normalidad posible, a pesar de la falta de tiempo para estar juntas y de que su mamá todavía no sabía de mi existencia, pero estábamos enamoradas, felices de estar juntas y de la idea de comenzar a escribir líneas alegres en una historia de amor que estaba llena de complicaciones y miedos.

Así con ella en el norte y yo en Santiago trabajando hablábamos todos los días por teléfono varias veces, nos contábamos hasta los más mínimos detalles de lo que habíamos hecho, cuando había tiempo y estábamos solas teníamos sexo telefónico, nos extrañábamos como locas, el tiempo pasaba lento y eso nos empezó a pasar la cuenta. De las conversaciones alegres comenzamos a tener pequeñas discusiones ilógicas, luego los celos empezaron a afectar, es que ella salía mucho, al principio me hacía la loca, con un pásalo bien hablamos mañana porque me quiero dormir temprano, pero en mi interior estaba inquieta, no seas tonta, no pasa nada, me repetía una y otra vez, pero había algo que me tenía intranquila.

Bueno, en todo caso para mí no todo era trabajo, durante esos días me re encontré con mi amiga la famosilla, (esa de la historia del sexo en mi casa, con mi mamá durmiendo en la pieza de al lado) teníamos planeado salir a carretear, idea que a la abogada no le gustó para nada, cometí el error de contarle todo lo que hace tiempo pasó entre nosotras y obvio le dieron unos celos terribles, por lo que durante algunos días aplacé la junta, hasta que me aburrí de ser yo la que hiciera todo para que estuviera bien, mientras ella se dedicaba a carretear de sol a sol.  

Una noche, tuvimos una discusión grande por teléfono por este tema de sus carretes, con despedidas de solteras incluida y a mí me ponía problemas para juntarme con una amiga, así que me piqué y le dije que iba a salir igual y que si me seguía molestando le sería infiel con otra mina; rotunda mentira y grave error, pero estaba enojada y las palabras salieron eyectadas de mi boca sin poder controlarlas. Ok, has lo que quieras, me respondió y me cortó el teléfono. La debo haber llamado 17 veces entre la pelea y que llegó la famosilla a buscarme, pero no me contestó, así que chao, vamos a pasarlo bien, le dije a mi amiga. Fuimos a comer algo, a tomarnos un trago y de puro enojada le dije que fuéramos a bailar, les prometo que me porté regio, aunque no me faltaron ganas de olvidarme que existía la abogada y agarrarme a cualquier mina por ahí. Pero no lo hice. Llegamos como a las 5 de la mañana de vuelta a mi departamento, en mi celular tenía como 28 llamadas perdidas ya se imaginarán de quien. La llamé de vuelta y me tira el peor balde de agua fría: me agarré a un weón. Te fui infiel.

Yo con mi amiga al lado, les juro que me dieron unas ganas tremendas de agarrarla y tener sexo de una, pero me aguanté. A la abogada le corté el teléfono y no le respondí más. Sólo le dije a la famosilla, esta weona me fue infiel otra vez. Nos quedamos mirando mudas, no sabía que decirme y a mí no me quedaban palabras.

Para ubicarlas en el tiempo esto debe haber sido una semana antes de finales de enero, o sea estaba pronta a llegar a Santiago. En todo ese tiempo, no le volví a responder el teléfono, me llamó hasta una de sus primas, - la única que sabía que estábamos juntas -, para decirme que la abogada estaba súper mal, arrepentida, que sólo habían sido unos besos con un ex pololo de la infancia en los estacionamientos de una discotheque, que por favor le contestara el teléfono, etc etc etc. Pero no, estaba convencida de los que tenía que hacer y le dije que no quería más, que ya era suficiente. Quizás antes pude perdonar que estuviera con otras minas, pero ahora, que supuestamente estábamos pololeando no, y menos con un hombre. O sea no había absolutamente ninguna posibilidad de reconciliación.

Les juro que nunca en mi vida había estado en una relación más bipolar que esa, y por lo mismo ya no aguantaba más, que ganas de volver a ser la pseudo rockera, media loca y sin corazón que se agarraba minas por un rato, pero no podía, estaba enamorada, como dicen por ahí mejor una colorada que 100 amarillas y ya llevábamos varias, así que a cerrar los ojos, bloquear el corazón y decir chao para siempre, eso era lo más sano. No más perdones, no más aparecidas en mi departamento para conversar, no más te amo que se los lleva el viento, me merecía una relación de verdad, no a alguien que se dedicaba una y otra vez a jugar con mis sentimientos.



miércoles, 24 de junio de 2015

Total y absolutamente in love

Las cosas habían estado bien entre nosotras, pero como les contaba en el capítulo anterior no podía dejar de tener ese sentimiento de ser una especie de plato de segunda mesa, una amante pasajera con la que de vez en cuando te juntas, tienes sexo, después te fumas un cigarrito, la regaloneas un rato para dejarla conforme y te vas, casi sin mirar atrás, y yo quería más, estaba enamorada y necesitaba una relación algo más formal, sentirme realmente importante para la persona que tenía al lado,  poder con el tiempo decir ella es mi pareja, sin miedos ni vergüenza, mirando de frente a una sociedad que aunque pretende estar cambiada, sigue siendo discriminadora, sobre todo con la homosexualidad femenina, por lo menos así lo siento yo.

Tenía entre mis manos un sentimiento de valentía sin igual guiado por el amor, poco a poco fui saliendo del closet entre mis compañeros de universidad, - no le conté a todos, pero si a los más cercanos, esos que hasta hoy son mis amigos -, sentía que; como me pasó con los del colegio, prefería perder gente a vivir en una mentira, inventando pololos o sospechosas solterías eternas. Además uno de mis sueños es ser activista, quizás no participando de todas las marchas o formando parte de alguna agrupación, sino que como espero estar haciéndolo con el blog, contando mi historia, mis defectos, virtudes, amores y desamores. Contando, si es que a alguien le sirve, que se puede, a pesar del rechazo y del miedo, con valentía y mirando al mundo con la frente en alto, finalmente se puede ser feliz.  

Ya, me fui en volada, mis disculpas, continuemos con la historia. Como les decía le puse un ultimátum a la abogada: o le cuentas a tu mamá que yo existo y que estamos juntas o nosotras llegamos hasta aquí. Pero, como se dice por ahí la salvó la campana porque al día siguiente se iba hasta finales de enero de vacaciones al norte con su papá y hermanos, y como no podía hablar con la mamá de la relación que estaba comenzando a formar conmigo y mandarse a cambiar de un día para otro sin profundizar en el tema, - aunque hubiera sido harto más fácil para ella-, le di plazo hasta su regreso en febrero, pero de ahí no había más tiempo. Me prometió que hablaría con ella y que haría todo por ponerme en mi lugar, aunque hasta ese momento tampoco estaba muy claro qué lugar era ese, si la abogada parecía no tener ninguna intención en pololear conmigo, por lo menos eso sentía yo.

Pero la noche antes de irse, me sorprendió, por fin después de varios meses se decidió y me pidió pololeo, obvio, estábamos en la azotea de mi edificio conversando de nosotras, de la vida, etc. y de repente me toma la mano, me dice que me ama y que no quiere irse de vacaciones sin hacerme una pregunta. ¿Cuál? le digo yo. Me mira con sus ojitos tiernos y nerviosos y me dice: ¿quieres pololear conmigo? Siiiiiiiii, obvio, era lo único que quería. Me hizo demasiado feliz saber que, aunque no nos veríamos en poco más de un mes, - lo que me tenía con un bajón horrible -, ya estábamos oficialmente juntas. Ya éramos una pareja de verdad. Seguro muchas piensan que soy súper perna o anticuada, pero si han leído el blog se darán cuenta que no era así, fue ella la que me cambió, la que me tenía locamente enamorada y formalizar o ponerle nombre a la relación pasó de ser un tema realmente importante para mí.

Esa noche hicimos el amor como locas, no nos importó si subía alguien y nos veía no nos importó nada, como en Puerto Pollenza, la canción de la ídola Sandra Mihanovic:

Y tu mirada se clavó en mis ojos y mi sonrisa se instaló en mi cara y se esfumó la habitación, la gente, y el miedo se escapó por la ventana. Y amándonos en una carretera nos sorprendió la luz de un nuevo día como a dos jóvenes adolescentes tu mano húmeda sobre la mía. Te nació este amor... Y nuestros cuerpos festejaron juntos ese deseado y esperado encuentro, y un sol muy rojo te guiñaba un ojo mientras se disfrazaba de aguacero. Y sin dormir nos fuimos a la playa y nos besamos descaradamente alucinando al gordito de gafas que fue corriendo a cambiarse los lentes”.


Claro, no estábamos en una carretera y no alucinamos a ningún gordito de gafas, por suerte no nos pilló nadie, pero pucha que tuvimos harto sexo, de esos buenos buenos, los de despedidas, reencuentros o reconciliaciones, o sea los mejores. La conexión se volvía cada vez más profunda, estábamos aprendiendo a conocernos y aceptarnos tal como éramos, nuestros cuerpos estaban hechos para estar juntos, al igual que nuestras mentes y corazones, por eso era tan importante que fuera honesta con su mamá, que pudiéramos comenzar a vivir nuestro amor libremente, sin más miedos, sin tiempos limitados y visitas a escondidas. Era claro que nacimos para estar juntas y nada ni nadie podía evitarlo. Así, total y absolutamente in love la abogada de fue de vacaciones al norte.

lunes, 22 de junio de 2015

Debía aceptarla o dejarla ir

Me encantaría contarles que nuestra historia de amor se convirtió rápidamente en una de esas de película. Que después de la reconciliación en la azotea todo se tornó color de rosas, con un “fin” de esos de teleseries mientras suena de fondo una canción ultra romántica, tipo She de Elvis Costello. Pero no, la realidad golpea duro y nos esperaban varias pruebas por enfrentar.

Así es la vida dicen por ahí, entonces mejor sigo avanzando con la historia, ya era finales de septiembre del 2008, en un Santiago que comenzaba a florecer, el frio del invierno estaba dando paso a ese calorcito agradable de la primavera, pudimos pasar largas noches en la azotea, que la hicimos nuestro lugar, tomándonos un traguito conversado, riéndonos y olvidando todo lo que ocurría a nuestro alrededor, varias veces, con esa sensación de desafiar al peligro hicimos el amor, ahí en ese sofá de cemento, con el riesgo de que apareciera un guardia o algún residente, pero no nos importaba, no teníamos otro lugar y necesitábamos sentir nuestros cuerpos desnudos, esa compenetración que, creo, sólo el sexo logra en las parejas, sobre todo cuando están empezando.

Pero ojo, que el sexo fue otro gran tema entre nosotras, como yo tenía mis años de experiencia en la cosa sexual y la abogada cero, por lo menos con mujeres, que es lo que en este blog nos convoca, no se atrevía a acostarse conmigo. O sea, fueron como 6 meses esperándola, hasta que un día después de una fiesta, la agarré y le dije, suficiente, no aguanto más, nos fuimos en taxi hasta su auto que estaba en unos estacionamientos cerrados cerca de mi departamento en el centro de Santiago, y ahí mismo hicimos por primera vez el amor, cero romanticismo de por medio, sólo sexo y para sorpresa de ambas, más de ella que mía, la mina era seca para el tema de las artes amatorias, una destreza impresionante fíjense, sobretodo en la parte oral.

En todo caso meses después tuve mi reivindicación, mi mamá me prestó el departamento, lo llené de velas, le compré flores y puse música romántica, para mí esa fue nuestra primera vez, de fondo sonaba la gota de rocío de Silvio Rodríguez, mientras empezábamos a besarnos, tocarnos, sacarnos la ropa y conectar nuestros cuerpos que calzaban perfecto. Definitivamente si me quedaba alguna duda, esa noche las despejé todas, estábamos hechas la una para la otra y por fin, después de tantos años nos reencontramos de verdad, de cuerpo y alma. Fue una noche llena de magia, de placer y lágrimas de emoción. Uno de esos momentos inolvidables, que te marcan para siempre. Por primera vez en mi vida, en sus brazos sentí que había encontrado mi lugar en un mundo en el que me parecía que no había un espacio para mí.

Pero como les contaba, esos eran sólo momentos, porque el día a día era complejo y confuso, la abogada lo estaba pasando mal por la relación con su mamá, que no aceptaba bajo ningún punto de vista que su hija fuera gay. La cosa fue más o menos así.

En diciembre del 2007, para navidad le contó que era lesbiana y jamás imaginó su reacción, gritos, lágrimas, escándalo. La abogada no lo podía creer, es que su mamá tenía amigos gay y era súper abierta de mente con el tema, pero ella era hija única, había tenido pololos después de la primera vez que estuvimos juntas, entonces la tía, -así le diré a la mamá de la abogada -, no entendía nada.

Después del primer impacto le dijo que no quería saber nada de sus minas o pololas y así lo hicieron durante meses. De hecho cuando nos reencontramos la tía había hecho un viaje a Europa, la abogada juraba que llegaría más tranquila, pero fue peor, porque su mejor amigo, gay, que conocía a la abogada desde que era una niña, le dijo a su mamá que no era lesbiana, que sólo era una pataleta de cabra chica, porque una vez, años atrás le contó que había tenido un tremendo round sexual con el pololo de la época. Y con esa idea, su mamá llegó de vuelta a Chile.  Pero claro, si estaba luchando con todas sus fuerzas por no ser lesbiana y porque nadie a su alrededor se diera cuenta. Pero su mamá insistía en que sólo quería llamar la atención.

El tema provocó un caos en la abogada, es que con su mamá eran partners, súper amigas y compinches, entonces este quiebre en la relación parecía imposible de solucionar y eso le trajo más miedos y dolor. Quería estar conmigo, quería ser mi pareja, pero no se atrevía a pololear, recuerdo que me regaló una foto que nos sacamos en invierno y su mirada se veía triste, como apagada. Intenté apoyarla el mayor tiempo posible, pero las cosas se comenzaron a complicar, entre las universidades, - porque en esos 7 años que estuvimos separadas las dos congelamos nuestras carreras -, y los problemas con su mamá, nos veíamos algunos minutos en la semana y los viernes o sábado en la noche, yo la extrañaba y ella siempre me respondía lo mismo: está bien echar de menos, quiere decir que me amas. Una respuesta que me causaba dolor pero que por un tiempo me acostumbré a escuchar. Claro que no por mucho, ya en diciembre del 2008 estaba aburrida de esas respuestas, de estar siempre en segundo lugar, de vivir escondida a la sombra de su mamá recibiendo las migajas de tiempo que le sobraban para verme. Así que decidí ponerme en mi lugar y darle un ultimátum, o le cuentas que estás conmigo o la relación, - que todavía no tenía nombre y yo quería pololear -, se acaba.


Sé que fui egoísta, que la puse en una situación difícil y la obligué a pasar aún más malos ratos, pero ya no podía seguir así, habían pasado demasiados meses aguantando en silencio y quería tenerla conmigo siempre o definitivamente alejarnos, me sentía su amante, no su pareja y lo estaba pasando mal, era la única opción que veía para hacerla entender que su mamá debía aceptarla o dejarla ir.