lunes, 22 de junio de 2015

Debía aceptarla o dejarla ir

Me encantaría contarles que nuestra historia de amor se convirtió rápidamente en una de esas de película. Que después de la reconciliación en la azotea todo se tornó color de rosas, con un “fin” de esos de teleseries mientras suena de fondo una canción ultra romántica, tipo She de Elvis Costello. Pero no, la realidad golpea duro y nos esperaban varias pruebas por enfrentar.

Así es la vida dicen por ahí, entonces mejor sigo avanzando con la historia, ya era finales de septiembre del 2008, en un Santiago que comenzaba a florecer, el frio del invierno estaba dando paso a ese calorcito agradable de la primavera, pudimos pasar largas noches en la azotea, que la hicimos nuestro lugar, tomándonos un traguito conversado, riéndonos y olvidando todo lo que ocurría a nuestro alrededor, varias veces, con esa sensación de desafiar al peligro hicimos el amor, ahí en ese sofá de cemento, con el riesgo de que apareciera un guardia o algún residente, pero no nos importaba, no teníamos otro lugar y necesitábamos sentir nuestros cuerpos desnudos, esa compenetración que, creo, sólo el sexo logra en las parejas, sobre todo cuando están empezando.

Pero ojo, que el sexo fue otro gran tema entre nosotras, como yo tenía mis años de experiencia en la cosa sexual y la abogada cero, por lo menos con mujeres, que es lo que en este blog nos convoca, no se atrevía a acostarse conmigo. O sea, fueron como 6 meses esperándola, hasta que un día después de una fiesta, la agarré y le dije, suficiente, no aguanto más, nos fuimos en taxi hasta su auto que estaba en unos estacionamientos cerrados cerca de mi departamento en el centro de Santiago, y ahí mismo hicimos por primera vez el amor, cero romanticismo de por medio, sólo sexo y para sorpresa de ambas, más de ella que mía, la mina era seca para el tema de las artes amatorias, una destreza impresionante fíjense, sobretodo en la parte oral.

En todo caso meses después tuve mi reivindicación, mi mamá me prestó el departamento, lo llené de velas, le compré flores y puse música romántica, para mí esa fue nuestra primera vez, de fondo sonaba la gota de rocío de Silvio Rodríguez, mientras empezábamos a besarnos, tocarnos, sacarnos la ropa y conectar nuestros cuerpos que calzaban perfecto. Definitivamente si me quedaba alguna duda, esa noche las despejé todas, estábamos hechas la una para la otra y por fin, después de tantos años nos reencontramos de verdad, de cuerpo y alma. Fue una noche llena de magia, de placer y lágrimas de emoción. Uno de esos momentos inolvidables, que te marcan para siempre. Por primera vez en mi vida, en sus brazos sentí que había encontrado mi lugar en un mundo en el que me parecía que no había un espacio para mí.

Pero como les contaba, esos eran sólo momentos, porque el día a día era complejo y confuso, la abogada lo estaba pasando mal por la relación con su mamá, que no aceptaba bajo ningún punto de vista que su hija fuera gay. La cosa fue más o menos así.

En diciembre del 2007, para navidad le contó que era lesbiana y jamás imaginó su reacción, gritos, lágrimas, escándalo. La abogada no lo podía creer, es que su mamá tenía amigos gay y era súper abierta de mente con el tema, pero ella era hija única, había tenido pololos después de la primera vez que estuvimos juntas, entonces la tía, -así le diré a la mamá de la abogada -, no entendía nada.

Después del primer impacto le dijo que no quería saber nada de sus minas o pololas y así lo hicieron durante meses. De hecho cuando nos reencontramos la tía había hecho un viaje a Europa, la abogada juraba que llegaría más tranquila, pero fue peor, porque su mejor amigo, gay, que conocía a la abogada desde que era una niña, le dijo a su mamá que no era lesbiana, que sólo era una pataleta de cabra chica, porque una vez, años atrás le contó que había tenido un tremendo round sexual con el pololo de la época. Y con esa idea, su mamá llegó de vuelta a Chile.  Pero claro, si estaba luchando con todas sus fuerzas por no ser lesbiana y porque nadie a su alrededor se diera cuenta. Pero su mamá insistía en que sólo quería llamar la atención.

El tema provocó un caos en la abogada, es que con su mamá eran partners, súper amigas y compinches, entonces este quiebre en la relación parecía imposible de solucionar y eso le trajo más miedos y dolor. Quería estar conmigo, quería ser mi pareja, pero no se atrevía a pololear, recuerdo que me regaló una foto que nos sacamos en invierno y su mirada se veía triste, como apagada. Intenté apoyarla el mayor tiempo posible, pero las cosas se comenzaron a complicar, entre las universidades, - porque en esos 7 años que estuvimos separadas las dos congelamos nuestras carreras -, y los problemas con su mamá, nos veíamos algunos minutos en la semana y los viernes o sábado en la noche, yo la extrañaba y ella siempre me respondía lo mismo: está bien echar de menos, quiere decir que me amas. Una respuesta que me causaba dolor pero que por un tiempo me acostumbré a escuchar. Claro que no por mucho, ya en diciembre del 2008 estaba aburrida de esas respuestas, de estar siempre en segundo lugar, de vivir escondida a la sombra de su mamá recibiendo las migajas de tiempo que le sobraban para verme. Así que decidí ponerme en mi lugar y darle un ultimátum, o le cuentas que estás conmigo o la relación, - que todavía no tenía nombre y yo quería pololear -, se acaba.


Sé que fui egoísta, que la puse en una situación difícil y la obligué a pasar aún más malos ratos, pero ya no podía seguir así, habían pasado demasiados meses aguantando en silencio y quería tenerla conmigo siempre o definitivamente alejarnos, me sentía su amante, no su pareja y lo estaba pasando mal, era la única opción que veía para hacerla entender que su mamá debía aceptarla o dejarla ir.   

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