jueves, 29 de enero de 2015

Nunca digas nunca

Como yo no era lesbiana (a pesar de que ya me había agarrado a la abogada) al principio nuestra relación fue de: “no no no, nunca más” si era sólo para probar que se sentía darle un beso a una mina; te juro, le decía al gordo, - que en ese momento era el único que sabía de mi aventurilla lésbica-, que nunca más le voy a dar un beso a la abogada… Y bueno como mi vida es una mezcla de esquizofrénica, bipolar y borderline; súper calmadita. Vez que nos juntábamos, siempre a carretear y con varios copetes en el cuerpo, terminábamos agarrando…

Les mentiría si les dijera que todo fue súper fácil, claro, las primeras dos semanas fueron entretenidas, era un hueveo, siempre con el nunca más en la punta de la lengua… El problema es que nos veíamos harto, carreteábamos harto, los lunes íbamos a Bokhara y durante la semana a distintos lugares, la mayoría gay. La verdad no sé en qué momento pasó de ser un no si estoy experimentando a un chuuuuucha parece que de verdad me enamoré de esta mina. Sé que antes les había dicho que sentía que era el amor de mi vida, pero en estos casos del dicho al hecho hay harto trecho y ser lesbiana no estaba entre mis planes.

En fin, ¿cómo terminé enamorándome? La abogada daba unos besos más ricos que… Uffff, de verdad, aunque tuve pololos antes, nunca me había calentado tanto con un beso, quería tocarla, quería ir más allá de solo un roce, soñaba con ella, me estaba empezando a volver loca. Pero ella, al principio y según lo que me contaba el gordo, no estaba ni ahí conmigo, yo era casi su experimento social… ¿Pero cómo decía yo, si cuando estamos juntas me trata tan bien, es tan tierna? Me acuerdo que una vez estaban el gordo y la abogada, porque eran amiguis, poto y calzón, carreteando en un pub que se llamaba Drag Queen, que quedaba en Bellavista, y a ella le dieron ganas de verme tipo 11 de la noche, me llamaron para invitarme, obvio como yo era prendida les dije que sí, pagaron la cuenta, me fueron a buscar, porque yo no tenía auto y mi mamá no me iba a dejar salir en micro a esa hora y volvimos juntos al pub… Obvio que también  ella me pagó la cuenta, yo siempre andaba con cero peso… Entonces, ¿cómo si la abogada tenía esos gestos le iba a creer al gordo que no me quería?

No podía ser verdad lo que él me decía, pero como era cabra chica, empecé a picarme… Si no me quiere chao… Estuvimos como un mes en el tira y afloja… Hasta que una noche la abogada dijo las palabras mágicas, esas que derriten a cualquiera: te amo, estoy enamorada de ti…

La situación fue cero romántica, - en un principio por lo menos -, estábamos en una disco de lesbianas que cerró, se llamaba Máscara, (¿alguien se acuerda o estoy definitivamente vieja?) bueno la cosa es que andaba; para variar, con varias piscolas puestas y picadísima con la abogada porque según el gordo no estaba ni ahí conmigo, es más llegó a decirme que me estaba agarrando pal hueveo, que yo no significaba nada para ella, que él la conocía mejor que yo y de lesbiana tenía cero… A mi favor, a pesar de esos gestos de ternura como ir a buscarme sólo para verme, siempre nos veíamos con el gordo en común, jamás nos llamamos por teléfono, ni salimos solas… Ninguna de las dos se atrevió a dar el paso de despegarnos del gordo para estar juntas… Quizás era demasiado difícil asumir que estábamos comenzando una relación y no precisamente de amistad, o a lo mejor ella de verdad no tenía intenciones reales de empezar algo conmigo… Todo eso daba vueltas en mi cabeza y mi ira crecía...


Bueno, la cosa es que estábamos en el Máscara, y mientras bailaba no se me ocurrió nada mejor que agarrarme al gordo, sólo para molestar a la abogada… “Contra la pared” cantaban los amigos con que estábamos y nosotros métale agarrando apoyados en una pared, el show duró como una hora. Y de repente miro a la abogada que estaba sentada, con un metro y medio de cara en el escenario, - se veía tan linda amurrada con los pies cruzaditos tipo yoga -, Me acerqué a ella como si nada hubiera pasado, le pregunté que le pasaba, estuvimos calladas un rato, hasta que me dijo: sé que esto no es normal, por favor no te asustes porque se me va a pasar, pero te amo… Yo la miré con el corazón a mil, y le dije: yo también te amo, porfa, que no se te pase… Ese fue el principio de nuestra historia… 

martes, 27 de enero de 2015

Dato al margen

Sí, tenía 18 años y nunca había tenido sexo, con mujeres, lógico, no sabía que era lesbiana, y con hombres nunca me atreví. Antes de conocer a la abogada tuve dos pololos serios, en realidad uno antes y el otro durante… 

El primero, en el colegio, en tercero medio, el deportista, tierno, simpático, lo pasábamos súper bien juntos, como mi pieza estaba lejos de las de mis papás varías veces estuvimos a punto de acostarnos, incluso una vez estuve a punto de tener un orgasmo, claro que en ese momento pensé que me estaba haciendo pipí, que idiota, y se me chingó… En fin, tan inocente que era, igual que la juventud de hoy en día… Ese comentario me hizo sentir vieja, pero se imprime, si ya en mis 30 y tantos miro para atrás y noto que las cosas eran tan distintas en los 90… En fin, la cosa es que pololeamos casi un año y al final preferí terminar porque de verdad no quería acostarme con él y ya se estaba poniendo demasiado insistente la cosa, bueno con toda razón, el cabro tenía 16, andaba con las hormonas a flor de piel y tenía una polola súper torta sin ella saberlo… Paaaaavre…

Ya en primero de universidad, me puse a pololear con un periodista, de marzo a julio, súper poquito igual, es que ese mes me reencontré con mi abogada de los sueños y como igual soy lo más fiel que puedo, después de que nos dimos el primer beso (con la abogada), terminé con mi pololo… No tenía idea qué iba a pasar con ella, pero eso de jugar a dos bandos hasta el día de hoy no me acomoda en lo más mínimo…

Con el periodista tampoco me acosté nunca, hacíamos sus cosas, sexo oral, él harto a mí, yo una vez a él y casi vomito… Ese fue otro momento en el que me di cuenta de que algo andaba mal, como que de verdad ni un ápice de calentura real con los hombres y más encima su pico: un asco.

Pero bueno, respecto al deportista puros buenos recuerdos, era un cabro tierno… Y al periodista agradecerle que aunque era harto mayor que yo, en los meses que estuvimos siempre respetó que yo fuera virgen y que necesitara esperar… Además le agradezco que gracias a él conocí a la Diosa Sandra Mihanovic…




Fin del segundo dato al margen de esta temporada…

viernes, 23 de enero de 2015

El que la sigue la consigue… En la guerra y en el amor todo vale

Cuando la abogada empezó a contarme todo sobre de su romance lésbico apenas podía ponerle atención. Mi cabeza daba vueltas, el corazón me latía a mil, es que no lo podía creer, primera vez que me gustaba una mina; real, no de teleseries y estaba contándome que le gustaban las mujeres, o por lo menos una, nunca hablamos de ser lesbianas, no siquiera me importaba, quería probar, ver cómo era darle un beso a otra mujer,  jamás me plantee pololear, ni nada por el estilo, por lo menos en un principio, aunque esa sensación de que había conocido a mi media naranja, de hace más de dos años atrás, al mirarla seguía ahí, intacta… Que extraño, ¿realmente la abogada era mi alma gemela? La única forma de salir de la duda era dándole un beso, así de simple para mí en ese momento, después claro todo fue mucho más complicado de lo que imaginé esa noche.

 Bueno, ¿ahora qué hago? ¿Cómo lo hago? Tengo que agarrármela, tiene que ser ella... No quiero que sea nadie más. Todo eso pasaba por mi cabeza mientras la abogada me contaba de su aventura/enamoramiento, lésbico…

Estuvimos harto rato sentados, tomando piscolas y conversando, el gordo nos dijo que ya era hora de que fuéramos a bailar, ellos se adelantaron, yo pasé por la barra, me pedí una piscola y mientras me la servían me puse a conversar con el barman, era re buena onda, nos reímos harto, me hizo unos copetes gigantes, onda una piscina de pisco… Ahí se me prendió la ampolleta, ¿y si la curo? Se puede pero es feo, pensé, pero mis ganas y mi madurez terminaron por encontrarme toda la razón… Tenía que curarla, así nos relajábamos un poquito y todo fluía más fácil…

A ver, igual, en mi defensa, tenía 18 años y fue la estrategia más lógica en ese momento. Obvio, calor, transpiración, sensualidad y copete… Y así no más fue, baile, una piscola, baile, otra piscola, sucesivamente cada 10 minutos, iba y venía de la barra… Fueron 7 cabezonas, estábamos ebrias. Sonaba Madonna, había un especial con la doble oficial. A pesar de que el trago me tenía bien envalentonada igual no podía más de los nervios. Le tomé la mano, comencé a hacerle cariño, estaba atrás de ella. Se dio vuelta. Bailamos, la música era más o menos rápida las típicas más conocidas de Madonna, Like a virgin, Like a Prayer, las clásicas, pero nosotras nos abrazamos; quería quedarme así para siempre, pegada a ella. Nos miramos. Las mariposas tenían una fiesta en mi guata. ¿Me lanzo? Sí, no, no sé y de repente, de un segundo a otro estábamos dándonos un beso, no sé quién dio el primer paso, sólo sé que por fin nos estábamos dando un beso.

Fue una noche mágica, no lo podía creer, ¿me estaba enamorando?, ¿podía pasar algo así sólo con un beso? Es que les juro que yo esa noche estaba segura de que habíamos nacido para estar juntas.
Claro que como en mi vida las cosas no pueden ser tranquilas y normales, el cuento se empezó a poner medio turbio. El gordo, que no soportaba no ser el centro de la atención, parece que se colapsó con esto de que dos de sus amigas hayan estado agarrando y como todos estábamos enfermos de curados, se puso a darnos besos cuáticos, primero a la abogada, después a mí, después los tres… Yo quería que se fuera, que nos dejara solas, pero al mismo tiempo nunca había hecho nada cercano a un trío, o sea ni cercano ni lejano, yo era virgen. Es que aunque antes tuve pololos  nunca me quise acostar con ellos, pero eso es harina de otro costal.

Besos entre los tres, besos las dos solas, baile, y de nuevo todos agarrando, hasta que la abogada fue al baño y aproveché de pedirle al gordo, - con la sutileza que desde chica me caracteriza -, que me dejara de hueviar, que quería estar sola, que la mina me gustaba de verdad… Aunque me hizo caso, por todo lo que pasó después tengo claro que mucho no le gustó…

La noche siguió espectacular, me sentía en las nubes, el gordo por su lado se agarró a un tipo por ahí y nosotras no paramos más de tirar, besos por todas partes, las  que se pueden en medio de una disco, boca, cuello,  su roce loco en una pechuga, pero piolita, igual con susto, aún no cachábamos en lo que nos estábamos metiendo…


Cerca de las 5 de la mañana nos fuimos, a la rastra por el copete, llegué a mi casa alucinando, todavía no lo podía creer. Sólo una cosa, -aparte del mini trio -, me pareció extraña, un tipo que bailaba cerca de nosotras como tres veces nos iluminó con un encendedor las caras, raro pero no pesqué mucho… Ni siquiera me fijé bien quien era… Un par de semanas después me enteraría y no sería agradable… 

martes, 20 de enero de 2015

Dato al margen

En noviembre del 2000 cumplí 18 años, (por favor no se pongan a calcular mi edad), la cosa es que mi amigo, el gordo me invitó a ver el concierto que se hizo en Santiago de Miguel Bosé con la ricura de la Ana Torroja, Girados, alguien se tiene que acordar… La cosa es que quedé loca, me enamoré… Y como soy una mujer de armas tomar, agarré mis 4 pilchas y partí al festival de Viña 2001, ganaron todas las gaviotas habidas y por haber, le hubiera dado hasta las de la playa…

Bueno, antes de irme le dije al gordo que le escribiera una carta a la Ana Torroja porque yo se la iba a entregar, como no me pescaba, obvio no me creía, el día antes de irme lo obligué a escribirle la famosa carta y partí, estaría una semana antes en el departamento de una amiga del colegio, lamentablemente un accidente provocó que todos mis amigos se volvieran a Santiago y yo me quedé sola con mi mochila en Viña. No encontré nada mejor que ir a dormir afuera del hotel donde alojaban Ana, Miguel y Alejandro Sanz, estuve días y noches, me hice amiga de uno de los productores del festival y como me veían cabra chica inofensiva me dejaban pasar al baño del hotel, en uno de esos paseítos me encontré de frente con Ana Torroja, casi me desmayo, empecé a hablarle y ella fue demasiado tierna y simpática.

Eso no lo podía vivir sola, así que le pedí que hablara por celular con el gordo, como no tenía minutos sólo le hice sonar el celular y le corté, él me devolvió el llamado retándome, - es una rotería eso que me haces, crees que soy millonario, me decía. Yo le dije, gordo, cállate y escucha, le pasé el celular a Ana y ella le dijo: Hola gordo (bueno no gordo, lo llamó por su nombre), él casi se muere, le habló como un minuto sin parar, Ana con cara de divertida, ¡tan tierna! La cosa es que seguimos conversando de Mecano, si algunavez se reunirían, etc. Y yo, pegada en sus pechugaaaaaas… Mal, ese fue el momento exacto en que terminé de darme cuenta de que estaba perdida, soy enferma de lesbiana…




viernes, 16 de enero de 2015

Sí, encontré a mi alma gemela

Antes de enterarme que mi mejor amigo era gay, un poco después de que mi compañera de colegio me preguntara en el pijama party si era lesbiana, estábamos un grupo de amigos en la casa del gordo, - mi mejor amigo-, ahí estaba la abogada (así la voy a llamar de ahora en adelante, aunque no era todavía pero estaba estudiando derecho), el gordo y ella eran compañeros de Universidad, yo iba en tercero medio y estaba a pocos días de irme de gira de estudios. Bueno la cosa es que esa noche fue quizás el momento más extraño que he vivido, demasiado potente y a esas alturas inexplicable para mí, recuerdo que estaba sentada en el suelo, al frente tenía al gordo que estaba sentado en su cama y a la abogada en una silla a los pies de la cama, conversamos de todo esa noche, con la abogada como no nos conocíamos casi no nos pescábamos, - habían como 7 personas -, hasta que en un momento se cruzaron nuestras miradas, - no se sí fueron segundos o minutos-, pero supe que estaba viendo a los ojos del amor de mi vida, durante esos instantes se me olvidó que era mujer, que también yo era mujer, sólo sentí que miraba los ojos de mi alma gemela... Seguro fue un instante, pero tan eterno que hoy 15 años después todavía no olvido.

De esa historia pasaron 2 años hasta que el gordo me contó que era gay, nos separamos varios meses mientras él estaba de viaje en Estados Unidos. Cuando volvió me invitó a comer, esa noche le dije que estaba preparada para conocer más de su mundo, ya había pensado bastante y quería reconocerme también a mí... Le conté también que tenía serias dudas, porque eran dudas en ese momento, no me estaba haciendo la tonta, de que era lesbiana, el gordo no lo podía creer, si como les contaba antes yo era bien polola cuando chica, pero como era mi amigo y me seguía en todas, me apoyó… Le pedí que invitara a la abogada y fuéramos los tres a bailar a una discotheque gay… Él se sorprendió, quizás no pensó que me acordaba de ella, nunca le dije nada de lo que me pasó esa noche hace años, sólo le insistí en que la llamara... Según yo era mi alma gemela y aunque no sabía si ella era lesbiana, quería que fuera mi primer beso con una mujer.

La abogada era bien buena para carretear así que como se dice prendió con agua, la pasamos a buscar y nos fuimos al Fausto, una disco gay que queda en providencia cerca de Bellavista, si no me equivoco la más antigua del país. Yo estaba enferma de nerviosa pero obvio haciéndome la top, no te pesco, vamos a carretear nada más…


Llegamos a Fausto nos sentamos en una mesa a tomarnos un trago antes de ir a bailar, conversamos de cualquier cosa, hasta que el gordo nos empezó a contar de sus aventuras gay en Estados Unidos, como que ahí la cosa se anduvo relajando, nos reímos harto y de repente la abogada comienza a contar que durante los últimos meses se había estado dando unos besitos con una mujer, pero que las cosas se comenzaron a complicar, que te quiero y que no te quiero, nos habló de una carta que le escribió, bien bonita, no me acuerdo mucho el contenido pero sé que me gustó… Ellas ya no estaban juntas, no tenían nada y yo dije… Listo, esta es la mía… Vamos con todo que de esa noche no pasaba… 

miércoles, 14 de enero de 2015

Comienza el viaje

En año nuevo saqué de la pecera de los buenos deseos un papelito que dice que este 2015 tengo que hacer las cosas que me gustan para cumplir mis sueños y ser feliz… Y bueno, acá vamos comenzaré con escribir un pequeño blog con parte del camino que he recorrido en búsqueda de mi identidad sexual… Y bueno, yo soy yo, media loca, inquieta, periodista no muy buena para leer, es que aunque me gusta, la vista no me acompaña mucho y me canso rápido… ¿Por qué no uso lentes? Porque hace como 7 años mi perro se los comió y por una u otra cosa de la vida nunca volví a ir al oculista… En fin, en verdad esa historia es una lata y da lo mismo… Quizás nada de lo que quiero contar acá importe mucho, pero me entretiene escribir, algunos dicen que es como una terapia…  Fumo como carretonera, soy seca para el café y las bebidas energéticas,  etc etc etc… Acá va parte de mis aventuras…

Bueno, analizando mi vida desde la madurez que me dan mis 30 y siempre, que no es mucha en todo caso me doy cuenta de que nací total y absolutamente lesbiana, de catálogo, como dijo una amiga el otro día… Cuando era chica no me daba cuenta pero viéndolo ahora mí primer amor fue Nicole; la cantante, en esa época de “Tal vez me estoy enamorando” si hasta sentía mariposas en la guata cada vez que la veía en la televisión… Indicio número uno de mi tortilles naciente… El segundo indicio vino cuando tenía como 12 años y me enamoré perdidamente de Andrea Del Bocca, vi la teleserie Perla Negra 3 veces hasta que desapareció del tevecable el canal argentino Telefé, -desilusión total-, si hasta me acuerdo de sus textos: “tus ojos son como dos lagos de agua cristalina, agua que me llama, agua que me inunda, agua que me ahoga”, perna total… Indicio 3, pero no lo suficiente para darme cuenta: Mi amor loco por Natalia Oreiro en Muñeca Brava, ahí ya la cosa se puso más sexual, las maripositas se corrieron de la guata a otro lado… En fin, aun así a mis 17 años todavía no cachaba que era enferma de tortillera… Hasta que en uno de esos momentos que aparecen de la nada, la duda surgió…

Estaba en un pijama parte con mis compañeras de colegio, sí a los 17: enfermas de pernas, lo sé pero en fin, nada que hacer. La cosa es que una conversación llevó a la otra hasta que, no me acuerdo por qué, una de mis amigas me preguntó si yo era lesbiana… O sea, ¿lesbiana yo? Ofendida total, por favor si soy una niña bien de colegio particular pagado, jamás, claro todo eso  para mis adentros, a las chiquillas les puse cara de póker y les dije que no, es que como que ahí por primera vez en my life, me empezó entrar la duda… ¿Seré lela? ¿Cómo lo averiguo? Complicado y perturbador… Aunque no me crean algo que jamás se me pasó por la cabeza, si fui bien polola cuando chica, hasta tuve un amor platónico que obvio nunca me pescó, yo iba en séptimo y él, que quede claro: él, en cuarto medio… Paaaaavre…

Bueno, me quedé con la duda por lo menos un año, me fui de gira de estudios, me agarré a un compañero de curso y a un italiano, lo pasé chancho… Pero al año siguiente a mi mejor amigo no se le ocurre nada mejor que contarme que era gay… Me ma… to… chuuuuu dije, pero me quedé callada, él se iba de viaje y yo necesitaba mi tiempo para pensar… Estuvo como 6 meses en Estados Unidos, cuando volvió nos juntamos y desde ahí no paré más… Me convencí, soy 1000% lela… En el próximo capítulo les cuento cómo terminé de darme cuenta…