martes, 21 de julio de 2015

Si no lo hacía, iba a perder a mi hija

Estoy sentada frente al computador con una página en blanco que espera quedar cubierta de letras que comienzan a cerrar uno de los capítulos más lindos e importantes de mi vida, la decisión de contar mi historia, de salir del closet por completo, en mi mundo y en el de ustedes, ese que no conozco. Un relato que pretende a través de mi realidad, de todo eso que me tocó vivir contar lo que es ser lesbiana en Chile, los miedos, el amor, la lucha, la necesidad de gritar a los cuatro vientos que estas enamorada, darle la mano a tu pareja en la calle, quizás incluso un beso loco por ahí. El hecho de no poder hacerlo, quizás por temor a ser increpada, insultada, o incluso golpeada brutalmente como tantas veces hemos visto en las noticias. A lo mejor nada de eso pasaría, quizás de verdad a los chilenos ya no les importa o molesta ver a una pareja abiertamente lesbiana caminando por ahí. Pero yo prefiero no arriesgarme, ¿cobardía? No lo sé.

Creo que esos son los mayores temores de nuestros padres cuando les contamos que somos lesbianas, ver a tu hijo sufrir o simplemente pensar en que tomará el camino más difícil debe ser lo más doloroso para ellos. Pero ¿Saben qué? Creo que siempre la verdad debe ir de frente, si no, se hace daño, a nosotras y a quienes nos rodean. Como en la primea temporada les contaba que hizo mi padrastro, al casarse, tener hijos y vivir una doble vida. Por eso, a través de este blog, metí mis miedos en una mochila, cerré los ojos y decidí caminar con la frente en alto. Ha sido, más fácil y lindo de lo que jamás imaginé. Como la mayoría sabe no me llamo Antonia, ese nombre es el que me hubiera gustado tener, por eso lo ocupo. No lo elegí para esconderme, todos los que me han preguntado quien soy han obtenido la verdad, pero también es entretenido mantener el anonimato y que cada una de ustedes se haga una imagen mental de quien soy. 

Bueno, quise comenzar con algunas palabras de lo que en este momento estoy sintiendo. Ahora continuemos con la historia.

Estábamos en diciembre del 2009, tras exigírselo para continuar juntas, la abogada le contó a su mamá de mi existencia. Me transformé en la muchacha de la que no quería saber nada, ni siquiera el nombre. La verdad era esperable esa reacción, no me importaba mucho, ya lo nuestro se había convertido en algo real, en una relación verdadera, abierta, en ese amor que soñaba con que durara para toda la vida.

Al principio que se supiera la verdad fue para peor, los últimos días de diciembre y enero fueron un infierno, la abogada no podía salir de la parcela a Santiago para verme porque la mamá no la dejaba, o sea le hacía demasiados problemas y su relación iba de mal en peor. Pero yo había provocado eso por lo que tuve que apretar los dientes y seguir adelante calladita, esperando que las cosas mejoraran. Igual como estaba haciendo mi práctica profesional no tenía mucho tiempo para pensar y el tiempo se pasaba rápido, por lo menos me daba el lujo de llamar a la abogada cuantas veces se me ocurrieran al día y ya no tenía que esperar a que bajara al famoso bosquecito para hablar a escondidas, igual comenzaron a darse algunos beneficios.

En febrero del 2010 nuestras vidas dieron un giro completamente inesperado. Deben haber sido los primeros días, mucho antes del terremoto del 27. Recuerdo que me habían mandado a hacer una nota sobre unas piscinas con seguridad para niños a una calle en Ñuñoa que ni yo, ni el camarógrafo y tampoco el chofer conocíamos, como la abogada es de esa comuna la llamé para preguntarle si conocía el lugar, estaba junto a su mamá en la piscina, me dijo que no tenía idea y le preguntó a su viaja. Ella si sabía, me dieron las indicaciones para llegar y colgamos. Fue una conversación corta, nada del otro mundo. Sin embargo, esa fue la primera vez que su mamá le preguntó por mí.

Le contó que estaba estudiando periodismo, que había sido garzona para pagar mis estudios, que mi familia estaba pasando por una crisis económica y le dijo mi nombre y mi apodo. Le contó que no era la camiona que tanto temía que yo fuera. Es que mi suegra se estaba imaginando cualquier cosa. Después de un rato en el que cambiaron el tema y todo, de la nada le dice: quiero conocerla, dile que el fin de semana se venga a la parcela. La abogada me llamó al tiro. Casi me da un infarto, había llegado el gran día. Por fin su mamá se daría cuenta de que la pareja de su hija era una persona normal y con cara de niña buena, una rubiecita de ojos verdes y bajita. Toda esa semana estuve con los nervios de punta, hasta que por fin llegó el gran día. Tomé el metro tren, incluso me puse tacos y maquillaje, cosa que odio con mi vida, pero quería que me viera lo más linda y femenina posible. Una hora de viaje y ahí estaba, en San Francisco, bajándome del tren y ella paradas esperándome. Su mamá se bajó de la camioneta, me saludó cortés, alabe su auto, - hace poco lo había cambiado y me pareció buena estrategia entrar con un piropo. Nos subimos y partimos a su parcela. No recuerdo la conversación pero sí que le llevé un paquete de gomitas, la abogada me había dicho que le encantaban. Había que quedar bien, como toda una señorita.

Claro, intenté ser lo más cool posible, pero por dentro me estaba muriendo de los nervios, de ese encuentro dependía nuestro futuro como pareja, tenía que caerle bien a mi suegra, debíamos comenzar con el pie derecho y así todo para adelante sería más simple.

Llegamos a la parcela, era una casa preciosa, estilo chilena, con un tremendo terreno verde y una piscina exquisita, por fin tenía frente a mis ojos el famoso bosque donde se escapaba la abogada a llamarme. En realidad era 7 árboles gigantes con dos hamacas al final del terreno, desde ahí nos pasábamos horas conversando por teléfono. Fue una sensación tan extraña, por fin podríamos comenzar a compartir nuestros mundos como una verdadera pareja.  


De todo el miedo que me habían metido acerca de la difícil personalidad de la mamá de la abogada, ese fin de semana no vi nada, se portó excelente, conversamos de la vida, de ser gay, incluso de adoptar hijos, de la pareja y del amor. Nos reímos, tomamos pisco sour en la piscina, y en un momento, cuando estábamos preparando más, mientras la abogada tomaba sol le pregunté ¿por qué había decidido aceptarme y conocerme? Porque si no lo hacía, iba a perder a mi hija. Me respondió.

2 comentarios:

  1. El primer encuentro con la suegra es el más difícil y más en tus circunstancias!! Este fue el capítulo que más me gustó. Creo que es donde todo adquiere más seriedad... Se hace más real. He seguido tu historia y me ha encantado... Me he sentido en algunos capítulos reflejada y en otros pensando:" en serio puede suceder eso? Volver a reencontrarse con alguien que amaste hace años y el sentimiento que había de por medio siga ahí, intacto? " Según yo lo veo difícil pero me alegra que en tu caso si haya sucedido :)
    Saludos!!!

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    Respuestas
    1. Hola!
      Primero gracias por seguir mi historia!
      La verdad creo ser una de las pocas personas afortunadas que encontraron el verdadero amor.
      Durante los años que estuve separada de la abogada jamás pensé que nos reencontraríamos y que el sentimiento sería tan real y tan fuerte. Es maravilloso amar así, también difícil y doloroso.
      Un abrazo!

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