jueves, 16 de julio de 2015

Algo mucho más real de lo que nunca pensé tener

El tiempo pasa lento cuando estas enamorada y tienes pocos momentos para estar al lado de tu pareja. Cuando la mentira se vuelve agobiante y esconderse una costumbre. Amaba a la abogada, eso es innegable, no les puedo mentir y sabía que ella también a mí, o sea, por algo me eligió por sobre la guapa amiga de su prima. Pero la distancia, esos pocos minutos al día que compartíamos y la negativa de contarle a su mamá de nuestra relación me estaban pasando la cuenta. Me sentía dejada de lado, una especie de plato de segunda mesa que probaba sólo cuando tenía ganas o tiempo. Y esa sensación me tenía mal, triste, sola.

En diciembre del 2008 me pidió pololeo en esa azotea que aún nos acompañaba. Ya había pasado casi un año, con altos y bajos. Con una infidelidad de por medio y con la otra mina en el cumpleaños de su prima. Pasamos por muchas, pero nada tan doloroso como ver sus ojos tristes por la relación quebrada con su mamá, por el miedo de contarle que estaba conmigo y las constantes despedidas sin saber realmente cuando tendríamos tiempo para volver a vernos.

Traté de apoyarla lo que más pude, le di más tiempo del acordado, acuérdense que el año anterior le dije que si en febrero no hablaba, lo nuestro llegaba hasta ahí. Pero ya a fines del 2009 no pude más. Nuevamente viajaría a ver a su papá al norte y luego se iría todo febrero al campo; intentaría venir algunos días a Santiago para verme, me dijo. Pero no era suficiente. Yo comenzaría mi práctica profesional en chilevision, serían tres meses de fines de semana trabajados y largas jornadas. Después de Navidad me vino un tremendo ataque de colon. No podía más con la situación. Estaba nerviosa, estresada y desilusionada de la relación. Le dije que era ahora o nunca, que hablara con su mamá o simplemente no me llamara más. Me pidió más tiempo. Le dije que no.

Estaba con la guata apretada, mi decisión era el fin de nuestra relación o el inicio de una nueva etapa que podía ser muy buena o simplemente una pesadilla. Más de una vez la prima de la abogada me había hablado del complicado carácter de su mamá, intentando convencerme de no obligarla a salir del closet. Por eso esperé tanto tiempo. Pero ella era hija única, si la quería iba a aceptarla y si no, bueno, dicen por ahí que mejor sola que mal acompañada. Ya éramos adultas y debía tomar una decisión.

No me odien por esta parte de la historia, hasta el día de hoy, estoy convencida de que fue lo mejor y más honesto que pude hacer, por la abogada y por mí.
Un par de días después de mi ultimátum me llamó, me había pedido un tiempo para pensarlo, para ver que hacía y sobre todo para juntar fuerzas.

- Le conté a mi mamá, me dijo. Pero no quiere saber nada de ti, de tu existencia, ni conocerte ni nada. Acepta le decisión de vida que tomé pero de la puerta para afuera. Ni siquiera quiso saber tu nombre.

Me sentí aliviada, por lo menos ya no habían más secretos, ahora era cosa de darle tiempo al tiempo. La abogada estaba triste, quería darme más de lo que hasta ese momento me había dado, pero así fueron las cosas. Aunque yo tenía la fe de que todo de a poco se iba a ir ordenando. Es que su mamá tuvo 2 años para asumir que su hija era lesbiana, el paso lógico era aceptar que tenía pareja. Viene con el paquete creo yo, le decía siempre. Pero por lo menos hasta ese momento me dejó tranquila saber que de a poco la situación se estaba ordenando. Dejé de ser una especie de fantasma en su vida, nuestra relación se estaba convirtiendo en algo mucho más real de lo que nunca pensé tener.

2 comentarios:

  1. En la parte de insistirle que le diga a su mamá que es gay te apoyo completamente. Uno al final se cansa de ser una sombra o fantasma (como dices tu) en la vida de la persona que uno ama.

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    1. Es verdad. En el momento me sentí súper egoísta pero te juro que fue lo mejor que pude hacer!
      Un abrazo!

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