miércoles, 20 de mayo de 2015

Nos debíamos una última conversación

Por lo menos en mi cabeza, las cosas con la abogada estaban clarísimas. Le di un tiempo para webiar, para agarrarse las minas que quisiera, estuvo con 3 y me quedé calladita, era lo que yo misma le había dicho que hiciera, por lo que no tenía derecho a quejarme… Bien boluda yo, pero ese era el camino que a mediados del 2007 cuando me volvió a buscar y me contó parte de su historia decidí tomar, es que nadie puede vivir su lesbianismo, - pucha que me carga esa palabra-, viendo The L Word como única vía de escape, ella tenía que probar y pasarlo bien un rato. Pero llegó un momento en que dije ya es suficiente, elige, sigues agarrándote minas o te quedas conmigo. Se suponía que se había decidido por mí. Claro, hasta que llegó la otra, así le vamos a decir a la amiga de su prima.

Nunca voy a saber por qué decidió contarme que se había acostado con otra mina, cuando a mí con suerte me dejaba agarrarle una pechuga, lo que tengo claro es que me dolió en el alma y no estaba dispuesta a perdonarla, que se fuera un ratito largo a la cresta y ojalá se quedara allá para siempre.

Yo en esa época trabajaba en un hotel, era jefa de mucamas, todavía no volvía a la Universidad después de congelar y tampoco tenía mucho interés en titularme. Una noche, había un evento gigante y mis jefes me pidieron que me quedara para ayudar a organizar algunas cosas, en eso estaba, con un pisco sour en la mano trabajando, - era el primero que me tomaba en meses, recuerden que estuve en período de rehabilitación-, cuando apareció un tipo con el que fuimos muy amigos años atrás, era cero mi gusto, y bueno obvio, no me gustan los hombres, pero estaba tan picada con la abogada, tenía esa sensación de: quiero venganza y sobretodo quiero olvidarla, cueste lo que cueste, así que después del evento nos fuimos a carretear y me lo agarré. Cara de nalga, sin pensar en nada, aunque debo reconocer que me dio un poco de asquito, pero estaba tan furiosa que no me importó.

Bueno, la cosa es que este tipo llevaba años detrás de mí, ahí me lo dijo, yo quedé para adentro porque juraba que estaba loco por una de mis mejores amigas que nunca lo pescó. Les mentiría si les digo que me acuerdo perfecto como se fueron dando las cosas, pero de repente sin darme cuenta, estábamos saliendo así como súper en serio, deben haber sido como tres semanas en las que me invitaba a comer, me sacaba a pasear, onda pololos y de la abogada, nada. O sea, me llamó un par de veces, al principio le cortaba, hasta que ya no di más y le contesté, sólo para decirle que me dejara en paz, que estaba saliendo con un hombre y que no quería saber más de ella ni de ninguna mujer. Corta. La mina se quedó muda y me cortó el teléfono. Yo seguí saliendo con el músico (así le voy a poner). En todo caso, fiel a mis ideas, desde un principio le conté de la existencia de la abogada, no le iba a mentir porque igual había cariño y además no le iba a hacer a alguien lo mismo que mi padrastro le hizo a mi mamá.

En fin, el pobre tipo loco por mí, era buen gallo, pero no me movía ni un pelo, es más me decía mi ostrita, porque cuando me daba besos yo no habría la boca, es que de verdad no me gustaba, no quería estar con él. Mi mamá siempre me decía que terminara, que no lo hiciera sufrir, porque aunque lo había visto un par de veces, cuando éramos amigos años atrás, por lo que le contaba, se notaba que estaba bien enganchado de mí. Y como buena madre no se equivocó. Un día estábamos paseando por el Parque Arauco (mall del barrio alto de mi querido Santiago de Chile), la cosa es que entré a una tienda en la que vendían collares, anillos, cosas así, y la vendedora empezó a mostrarle los anillos al músico para que me regalara, y él le dice: no se preocupe ese tema del anillo ya lo tengo bien pensado. Lo miré esbozando una sonrisa mientras mi interior gritaba: corre, escapa, que miedooooo. Ese mismo día, un mes después del reencuentro terminé con él.


Días antes del hecho en cuestión, me había llamado la abogada para decirme que la otra le había pedido pololeo. La decisión es tuya, me dijo, si no quieres volver conmigo yo empiezo una relación con ella. Mi respuesta fue de un puro grito: has la weá que querai weona cara de raja. Y le corté. Me dieron unas ganas de llorar del infierno, pero me la guardé, estaba trabajando y tenía que mantener la compostura. Días después del fin de mi romance heterosexual, la abogada apareció por mi casa, nos debíamos una última conversación.

2 comentarios:

  1. Pero como nos dejas así???? ...... No se si tenerle mala a esa abogada o no!! Pero jugando a ser hetero no se olvida a las mujeres.

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    1. Hola. Tienes toda la razón me equivoqué al seguir intentando con los hombres y sobretodo para sacarme a la abogada de la cabeza, pero fue la última vez que estuve con un hombre.
      Te mando un abrazo! Y veras como todo se da vuelta...

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