jueves, 12 de marzo de 2015

Ensangrentada, moreteada y con el corazón roto

Si la abogada tiene una virtud, esa es su paciencia y capacidad de perdonar. No sé cómo lo hace pero tenía un nivel de tolerancia altísimo. Eso sí igual me hizo sufrir su resto, se demoró como cinco días en llamarme, les juro que casi me desmayo cuando escuché su voz, en un momento me pasé el rollo de que no me iba a llamar más, es que en honor a la verdad yo la hubiera visto, así de frente con otra persona, hombre o mujer y que corran porque me acrimino… Pero bueno, la cosa es que me llamó, dejó el orgullo de lado, cosa que yo no hice y tomó el teléfono para marcar mi número…  Cuando contesté le dije al tiro juntémonos, no hablemos por teléfono por favor. Ella me llamaba exactamente para lo mismo. También quería verme y conversar cara a cara.

Como ya se había hecho costumbre, me fue a buscar a mi departamento y primero decidimos estacionamos un rato en una calle cercana, para aclarar de una ciertos puntos… De verdad yo lo único que quería era abrazarla, tocarla, darle besos y rogarle que dejáramos de lado todo lo malo, todo lo que pasó, los celos y las inseguridades. Es que en esos días también tuve tiempo para pensar y recapacitar, al final agarrarme al Crespo, creerle al gordo y pelear con la abogada eran parte de un auto boicot para terminar con esa relación lésbica que me tenía aterrada, una estupidez de marca mayor, lo sé, pero los que han vivido algo parecido podrán entender que la cosa es bien difícil. Hoy quizás no tanto o un poco menos que antes, pero lo que les estoy contando pasó hace 14 años, en un Chile mucho más homofóbico y conservador.

En fin, sigamos, mientras conversábamos le hacía cariño en el brazo y podía sentir esa electricidad que te recorre entera, que te eriza la piel y se transforma en mariposas en la guata. Tocarla me trasladaba al paraíso, me alejaba de todos los miedos e inseguridades, llegaba a un mundo de paz, en el que el tacto y las miradas lo eran todo, en el que sólo ella y yo importábamos, es una sensación mezcla de mariposas en el estómago con una especie de opresión en la garganta que algunas veces te provoca ganas de llorar como de la emoción… Me puse romántica parece. Bueno, así me sentía y qué quieren que les diga, llegó un momento en el que no aguanté más tantas conversa y le di un beso, al principio ella no quería, teníamos harto que hablar todavía, pero igual yo sabía que tenía en su interior las mismas ganas locas de tocar estos labios carnocitos… Así que insistí hasta que me resultó. Tampoco es que me haya costado tanto, un par de miradas y unas palabras tiernas suavecitas y listo, siempre caen redonditas.

Como la calle estaba oscura y vacía aproveché de tocarla por debajo de la polera, intenté meter mis manos en su pantalón, quería sentir esa humedad que a mí me consumía cada vez que estábamos juntas, cada vez que la besaba, incluso cada vez que la veía. Pero ella no estaba lista y me pidió que parara… Aunque me costó la respeté. 

Yo creo que para distender un poco el momento, siempre tenso cuando a una le cortan la inspiración en pleno momento sexual, me invitó a tomar un trago, fuimos a un bar, honestamente no me acuerdo cual, sólo sé que seguimos hablando de todo, de la vida, del mundo, de nuestras familias y de las ganas que teníamos de que nuestro amor durara para siempre, decidimos dejar de escuchar pelambres, me dijo que ella en el fondo de su corazón sabía que era el gordo el que estaba detrás de todas las historias de infidelidad que le habían endilgado y me pidió que confiara en ella, que no creyera más en sus cahuines  porque él estaba celoso y quería separarnos para volver a ser el centro de nuestra atención. Le encontré razón así que en eso quedamos. Les juro que después de esa noche pensé que todo estaba arreglado, que comenzaríamos de nuevo y que seríamos capaces de enfrentar lo que fuera para estar juntas.

Durante algunas semanas estuvimos increíblemente bien, nos alejamos del gordo y del grupo de amigos para empezar, esta vez de verdad, a armar algo juntas, como pareja. Seguíamos viéndonos en las mañanas en mi departamento, el sexo continuaba siendo de la cintura para arriba, porque la verdad después del no rotundo en el auto no me atreví a insistir más, igual yo era virgen, ella había estado con un hombre antes y tocándonos les juro que con el puro roce tenía unos orgasmos increíbles,- por lo menos en ese momento, porque ahora que conozco harto más del mudo de la sexualidad nica aguanto unos simples toqueteos-. En fin, tocarla, sentir sus pechugas, darle besos, rozar con mis labios sus pezones, era erotismo puro.

Bueno, como les decía estuvimos increíblemente bien un par de semanas, pero de un día para otro la abogada cambió en 180 grados, del cielo a la tierra. Comenzó a dejar de ir a verme en la mañana con la excusa de que estaba en periodo de exámenes en la U, de a poco dejó de llamarme y de contestar mis llamados. Un día después de varios sin vernos; a todo esto ya estábamos cerca de Navidad; le rogué que nos juntáramos a conversar, quería saber qué le pasaba, no entendía nada, pero era obvio que algo andaba demasiado mal.

Ella me decía que no podía, que tenía mucho que estudiar, que se iría al campo con su familia a pasar las fiestas y que después nos viéramos. Me enojé, pero de esas rabias con pena, quería verla, estar con ella. Le corté el teléfono y salí llorando a andar en bicicleta para despejarme y para que mi familia no me viera mal.

Ella me volvió a llamar un rato después, sus palabras nunca más las olvidé y hasta el día de hoy me acuerdo y me duelen:

-    Mira, la verdad es que  no quiero verte más, no te amo, no te voy a amar y nunca te amé.

Fue tanta mi impresión que mientras me decía esas palabras me caí en la bicicleta, choqué la punta del manubrio con una señalética y volé de una esquina a otra, quedé ensangrentada, moreteada y con el corazón roto.

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