lunes, 16 de marzo de 2015

La historia había llegado a su fin.

Debo haber pasado por lo menos una semana en estado de shock… Las heridas después de la caída me las curé fácil, primero seguí en la bicicleta hasta una plaza, saqué agua de una manguera y me lavé bien, después fui a la casa de mi abuelita, me metí a la ducha y luego terminé de desinfectarme con alcohol… Pero el forado en el corazón seguía abierto mientras mis heridas empezaban a cicatrizar. Navidad y año nuevo los pasé acostada, llorando a mares, con una depresión de los mil demonios.

Mientras tanto la abogada pasaba las fiestas navideñas en el campo con su familia materna y año nuevo en el norte junto a su papá y hermanos… Ella celebrando, pasándolo bien, por lo menos eso pensaba, y yo escondida entre mis sábanas con unas ganas tremendas de cortarme las venas y juntando cada día más odio…

Hasta que dije no más, me fui sola mi alma a una disco gay y me agarré a una mina, flaite como ella sola la pobre, al nivel de que cuando terminó el carrete me fui con ella y unas amigas a su casa, no tengo idea ni a donde quedaba, pero lo pasamos re bien, nos acostamos y lamentablemente mi primera vez no fue ni cercana a lo que esperaba, primero porque estaba ebria como guasca, o sea al nivel de que apenas me acuerdo de lo que hicimos o como fue… Y segundo porque no podía dejar de pensar en la abogada. Lo terrible de la historia es que a la mañana siguiente empiezan a golpear la puerta de calle locamente, como estaba en a cocina buscando algún líquido para sobrevivir a la caña fui a abrir y lo primero que veo es un puño directo a mi cara… Qué pasa? Grité, aparecieron todas las amigas y una empieza a defenderme, Andrea parece que se llamaba, déjala tranquila ella no estaba conmigo. Mentirosa gritaba la otra loca. Yo agarré mis cosas y me fui, el problema es que de verdad no tenía idea donde estaba y ahora tenía las costras de la caída en bicicleta, el corazón roto, y un cachete moreteado… De mal en peor… Busqué un paradero de micro, pregunté hacia donde me llevaba o que tenía que tomar para acercarme al centro, gracias a Dios fue menos difícil de lo que pensé cuando salí de esa casa... Llegué a mi departamento con la sensación de que lo mejor que podía hacer era seguir escondida entre mis sábanas…

A mi mamá le inventé que me pegaron un codazo bailando y que me había quedado a dormir en la casa del gordo… Pronto nos íbamos de vacaciones al sur y aunque tenía cero ganas de ir, la cosa no era opcional por lo que opté por llevar la cumbia en paz.

Días antes de mis vacaciones me llamó la abogada, - esto ya a finales de enero o principios de febrero; pidiéndome disculpas por lo que me dijo, aunque estaba herida el amor era más fuerte que el orgullo y acepté juntarnos a conversar… Al rato me llamó el gordo para contarme que la abogada estaba pololeando con un vecino (no el mismo que supuestamente se había agarrado en el campo, otro) se me cayó el mundo… Pero en vez de llamarla y mandarla a la mierda prefería esperar a juntarnos y preguntarle cara a cara si el cuento era verdad.

Ya de noche llegó a buscarme, quería que nos fuéramos a tomar algo, pero le dije que no, le pedí que nos estacionáramos en una de las calles cercanas a mi departamento y que conversáramos. Ya ubicadas le pregunté directamente si era verdad que estaba pololeando con un weón, esperaba una respuesta negativa, rezaba porque esa fuera otra de las mentiras del gordo, sin embargo me dijo que sí… Que era verdad y que la disculpara, que ella de verdad me amaba pero que no era capaz de asumir su lesbianismo. Yo le dije: Ok, no importa, y de puro picada le conté que me había acostado con otra mina… Me miró con esos ojos de pena tan expresivos que tenía y me dijo, ok, no tengo el derecho a decirte nada ni sacarte en cara nada.

Le pedí que terminara con el tipo, que se quedara conmigo, le di un beso, la miré y le pregunté si con el sentía lo mismo, ella me dijo que no. Entonces termina con él le dije. No puedo me respondió. Para qué les voy a mentir, esa noche agarramos, lloramos, nos tocamos pero las dos sabíamos que era nuestra despedida, que después de esas horas juntas nuestra historia de amor se acababa y que no había nada que hacer al respecto. Ser lesbiana era más de lo que en ese momento de su vida la abogada era capaz de asumir.


No les voy a negar que una vez que llegué a mi casa y después de llorármelo todo, empecé a juntar un odio tremendo y aunque les cueste creer, tengo una capacidad increíble de sacar de mi vida a la gente, aunque me dolía en el alma y pucha que me dolió, la abogada estaba muerta y enterrada para mí, sin vuelta atrás… La historia había llegado a su fin.

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