domingo, 8 de marzo de 2015

El pastelito que me estaba mandando

(Amig@s, como estuve dos semanas alejada del blog, les dejo un capítulo extra para resarcir un poco mi ausencia, luego seguimos con nuevas historias martes y jueves. Espero les guste) 


Cuando la abogada llegó de su “famoso” viaje a las cruces yo no quería verla ni en pintura, por teléfono le dije que mejor termináramos todo, que no iba a perdonarle una segunda infidelidad; acuérdense que el gordo me había dicho que en el viaje a la parcela se agarró a su amigo; yo estaba enfurecida, quería creerle a ella, pero no podía, es que dicen por ahí que cuando el río suena es porque piedras trae, y ¿Cómo un amigo de tantos años me iba a mentir descaradamente dos veces? ¿Para qué?, la verdad hasta el día de hoy me lo pregunto.

Bueno, el asunto es que terminamos, no quería verla más y a pesar de que ella me contó su versión, para mí ya era demasiado dolor y preferí dejar las cosas hasta ahí. Claro que estaba enferma de enojada, picada y triste por un lado, pero enferma de enamorada por el otro. Les juro que sólo quería retroceder el tiempo y volver a ser yo, la de antes, o sea: una heterosexual que nunca se había enamorado. ¿Y cuál fue la solución para eso? Obvio, que en mi mente infantil: agarrarme a algún amigo de esos que sabía que les gustaba y que no tenían idea de mi aventurilla lésbica. Y así lo hice, claro que no contaba con la jugadita que se venía por parte del gordo y su hermana.

Todo lo que les cuento habrá pasado un lunes, no me acuerdo exactamente, con la abogada no hablamos en toda la semana, yo me lo lloré todo, y el viernes me llaman el gordo y su hermana (que les recuerdo había sido mi compañera de colegio) para invitarme a bailar a una discotheque que había en la reina alta, se llamaba Casa Milà. Ya poh, ¿en qué topamos? Iban varios amigos del colegio, así que era la ocasión perfecta para encontrar al clavo que me sacara del corazón a la abogada. Hicimos una previa en la casa de los chiquillos (el gordo y su hermana) y partimos a mover el esqueleto.

Llegamos nos compramos unos copetes y nos fuimos al dancing, estaban todos mis amigos, lo pasamos increíble, no vi en harto rato al gordo, tampoco me preocupé de donde estaba, hasta que apareció el crespo, mino todo el rato, pero enfermo de perno, yo sabía que le gustaba desde el colegio así que me lo agarré, corta, besos, bailar, un copete, más besos y de repente miro hacia arriba; la discotheque tenía varios pisos, y apoyada en una baranda estaba la abogada, mirándome fijo. Se me congeló todo. O sea, antes de aceptar la invitación le pregunté al gordo si ella iba a ir y él me dijo que no la había invitado.

En mi mente loca, de enojada que estaba con ella, me imaginé que me andaba siguiendo, subí las escaleras, dejé al crespo ahí solo y fui a mandarla lo que es a la cresta.

-           - ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Me estás siguiendo? ¿Qué te pasa? Le decía a gritos.
-           - ¿Y tú, qué onda te estás agarrando a un weón?, me respondió.
-           -  Tú no te metas, nosotras no somos nada.
-           -  Ok, me dijo, has lo que quieras. Pendeja. Y se fue con el gordo, a donde no tengo idea.

Me imagino que a estas alturas se preguntarán ¿Cómo llegó la abogada justo al lugar donde estaba agarrándome a un tipo? Los que usualmente me leen, ya habrán sacado sus propias conclusiones. Bueno, lógico, fue el gordo. Les explico, yo  que le contaba todo, le había dicho que me quería agarrar a alguien para decirle chao definitivo a la abogada, esa noche que fuimos a bailar se lo repetí. Y él, de verdad para mí, con un nivel de maldad que no le conocía, fue a buscar a la abogada, según él porque yo estaba y así podríamos ponernos en la buena. La pobre fue con toda la intención de tratar de arreglar las cosas entre nosotras y termina viendo el tremendo pastelito que me estaba mandando.


Si tengo un defecto, ese es que soy enferma de orgullosa, pedir disculpas para mí es demasiado difícil, ahora con el paso del tiempo he aprendido a agachar el moño cuando me equivoco, pero a los 18 años casi 19, muy poca gente lograba sacarme una disculpa.  Y con la abogada no fue la excepción, después del numerito de la disco debemos haber estado por lo menos 3 semanas sin vernos. Y les juro que a extrañaba como nunca a nadie, pero de verdad me era humanamente imposible llamarla y pedirle disculpas. 

5 comentarios:

  1. Oh, qué brígido, Tía Anto!!!!!!
    Emocionante historia. Congrats.

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    1. Linda sobrina!!! Gracias por leerme!!!
      Que rico es leer estos comentarios, me dan ánimo para seguir contando esta parte de mi historia que por capítulos no se pone fácil!
      Besitos!

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  2. Anto! x Dios!!!! Esa fue la venganza de escorpiona! Jajajaj cono ella se agarro un wn no encontraste más mejor q hacer lo mismo... Al final siempre todo se sabe... Lastima q nuevamente fue x culpa del gordo ese... Aun no entiendo cual es el fin de hacer ese daño :(
    Menos mal q volviste a las pistas blogueras! :) slds :P

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    1. Hola Katherine, te juro que yo tampoco entiendo por que el gordo hizo lo que hizo, aunque tengo mis teorías... Más adelante las iré contando.
      Me alejé un poco del blog para mirar esa parte de mi historia en perspectiva, a veces me cuesta recordar las cosas que me causaron dolor y quiero ser lo más honesta posible...
      Te mando un abrazo!

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  3. GORDO DE MIERDA LO ODIO AJAJAJA

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