(Amig@s, como estuve dos semanas alejada del blog, les dejo un capítulo extra para resarcir un poco mi ausencia, luego seguimos con nuevas historias martes y jueves. Espero les guste)
Cuando la abogada llegó de su “famoso” viaje a las cruces yo
no quería verla ni en pintura, por teléfono le dije que mejor termináramos
todo, que no iba a perdonarle una segunda infidelidad; acuérdense que el gordo
me había dicho que en el viaje a la parcela se agarró a su amigo; yo estaba
enfurecida, quería creerle a ella, pero no podía, es que dicen por ahí que
cuando el río suena es porque piedras trae, y ¿Cómo un amigo de tantos años me
iba a mentir descaradamente dos veces? ¿Para qué?, la verdad hasta el día de
hoy me lo pregunto.
Bueno, el asunto es que terminamos, no quería verla más y a
pesar de que ella me contó su versión, para mí ya era demasiado dolor y preferí
dejar las cosas hasta ahí. Claro que estaba enferma de enojada, picada y triste
por un lado, pero enferma de enamorada por el otro. Les juro que sólo quería
retroceder el tiempo y volver a ser yo, la de antes, o sea: una heterosexual
que nunca se había enamorado. ¿Y cuál fue la solución para eso? Obvio, que en
mi mente infantil: agarrarme a algún amigo de esos que sabía que les gustaba y
que no tenían idea de mi aventurilla lésbica. Y así lo hice, claro que no
contaba con la jugadita que se venía por parte del gordo y su hermana.
Todo lo que les cuento habrá pasado un lunes, no me acuerdo
exactamente, con la abogada no hablamos en toda la semana, yo me lo lloré todo,
y el viernes me llaman el gordo y su hermana (que les recuerdo había sido mi
compañera de colegio) para invitarme a bailar a una discotheque que había en la
reina alta, se llamaba Casa Milà. Ya
poh, ¿en qué topamos? Iban varios amigos del colegio, así que era la ocasión
perfecta para encontrar al clavo que me sacara del corazón a la abogada. Hicimos
una previa en la casa de los chiquillos (el gordo y su hermana) y partimos a
mover el esqueleto.
Llegamos nos compramos unos copetes y nos fuimos al dancing,
estaban todos mis amigos, lo pasamos increíble, no vi en harto rato al gordo,
tampoco me preocupé de donde estaba, hasta que apareció el crespo, mino todo el
rato, pero enfermo de perno, yo sabía que le gustaba desde el colegio así que me
lo agarré, corta, besos, bailar, un copete, más besos y de repente miro hacia
arriba; la discotheque tenía varios pisos, y apoyada en una baranda estaba la
abogada, mirándome fijo. Se me congeló todo. O sea, antes de aceptar la
invitación le pregunté al gordo si ella iba a ir y él me dijo que no la había
invitado.
En mi mente loca, de enojada que estaba con ella, me imaginé
que me andaba siguiendo, subí las escaleras, dejé al crespo ahí solo y fui a
mandarla lo que es a la cresta.
- - ¿Qué
estás haciendo aquí? ¿Me estás siguiendo? ¿Qué te pasa? Le decía a gritos.
- - ¿Y
tú, qué onda te estás agarrando a un weón?,
me respondió.
- - Tú
no te metas, nosotras no somos nada.
- - Ok,
me dijo, has lo que quieras. Pendeja. Y se fue con el gordo, a donde no tengo
idea.
Me imagino que a estas alturas se preguntarán ¿Cómo llegó la
abogada justo al lugar donde estaba agarrándome a un tipo? Los que usualmente
me leen, ya habrán sacado sus propias conclusiones. Bueno, lógico, fue el
gordo. Les explico, yo que le contaba
todo, le había dicho que me quería agarrar a alguien para decirle chao definitivo
a la abogada, esa noche que fuimos a bailar se lo repetí. Y él, de verdad para
mí, con un nivel de maldad que no le conocía, fue a buscar a la abogada, según
él porque yo estaba y así podríamos ponernos en la buena. La pobre fue con toda
la intención de tratar de arreglar las cosas entre nosotras y termina viendo el
tremendo pastelito que me estaba mandando.
Si tengo un defecto, ese es que soy enferma de orgullosa,
pedir disculpas para mí es demasiado difícil, ahora con el paso del tiempo he
aprendido a agachar el moño cuando me equivoco, pero a los 18 años casi 19, muy
poca gente lograba sacarme una disculpa. Y con la abogada no fue la excepción, después del
numerito de la disco debemos haber estado por lo menos 3 semanas sin vernos. Y
les juro que a extrañaba como nunca a nadie, pero de verdad me era humanamente
imposible llamarla y pedirle disculpas.
Oh, qué brígido, Tía Anto!!!!!!
ResponderEliminarEmocionante historia. Congrats.
Linda sobrina!!! Gracias por leerme!!!
EliminarQue rico es leer estos comentarios, me dan ánimo para seguir contando esta parte de mi historia que por capítulos no se pone fácil!
Besitos!
Anto! x Dios!!!! Esa fue la venganza de escorpiona! Jajajaj cono ella se agarro un wn no encontraste más mejor q hacer lo mismo... Al final siempre todo se sabe... Lastima q nuevamente fue x culpa del gordo ese... Aun no entiendo cual es el fin de hacer ese daño :(
ResponderEliminarMenos mal q volviste a las pistas blogueras! :) slds :P
Hola Katherine, te juro que yo tampoco entiendo por que el gordo hizo lo que hizo, aunque tengo mis teorías... Más adelante las iré contando.
EliminarMe alejé un poco del blog para mirar esa parte de mi historia en perspectiva, a veces me cuesta recordar las cosas que me causaron dolor y quiero ser lo más honesta posible...
Te mando un abrazo!
GORDO DE MIERDA LO ODIO AJAJAJA
ResponderEliminar